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El portero.

Trabajo en la escribanía de mi viejo y cada tanto tengo que ir a otras oficinas a hacer pagos o tramites varios. Todos los meses voy a pag...



Trabajo en la escribanía de mi viejo y cada tanto tengo que ir a otras oficinas a hacer pagos o tramites varios. Todos los meses voy a pagar una suma a una escribanía que queda en la calle Viamonte, donde después de anunciarme se abre la puerta y me atiende siempre el mismo flaco de seguridad, que tiene una cara de embole terrible porque se la pasa leyendo el diario y abriendo la puerta.

Su hábitat es un lugar minúsculo donde transcurren sus jornadas de laburo. El flaco tendrá unos 25 años estado atlético, alto de 1,85 mts o más, su boca es lo primero que llama la atención, marcada en forma muy sensual. Sus piernas son interminables y la mirada inquietante. Hoy volví como todos los meses a dejar un pago, lo vi leyendo algo, en su escritorio diminuto mientras se tocaba la pija, -me encanta como los pantalones de traje marcan el bulto. Me subí al ascensor para dirigirme al piso que iba y lo miraba a través de las rejas. Mientras el ascensor comenzaba a subir el me miró fijo tocándose el ganso y sosteniendo esa mirada que me volvía loco.

Cuando llegué a la oficina estaba todo sofocado y perdido, no sabia que iba a hacer o decir al bajar pero, me lo quería comer a como diera lugar. La secretaria de la escribanía me decía cosas y yo apenas la escuchaba. Me dio todos los papeles y recibos que necesitaba y otra vez me tome el ascensor para bajar.

Cuando iba llegando a la planta baja, el flaco mira de reojo el ascensor y cuando por fin llegué, me abre la puerta y me indica: “por aquí…”

Bajamos unas escaleras y entramos a un cuarto a media luz que sería un cuarto de máquinas o un sótano, no nos decíamos una sola palabra, el corazón me latía a mil, y se me paraba por la adrenalina.
Cuando ya estábamos en el lugar y me hizo una señal para que no hablara y me quedara donde estaba.
Fue a ver algo, y para cuando volvió ya tenia la bragueta abierta y se estaba amasando la chota que era gorda y cabezona. Mirándome solamente me hizo una seña para que me agachara a chuparla, yo sin ningún tipo de resistencia obedecí y empecé a sentir en mi boca una mezcla de sabores ácidos, salados y hasta de café!


Mi excitación iba en aumento y lo único que se me ocurrió decirle es “No puedo creer esto, no sé que hacer”.
El me miró riéndo con sus enormes labios y me dijo: “esto que estas haciendo está muy bien”, -me hundió la pija hasta la garganta y me empezó a coger como si fuera la última, su pija entraba  y salía de mi boca junto con saliva, me ahogaba y erutaba con gusto a Coca-Cola (antes de entrar me iba tomando una por la calle). Me miraba furioso.

Estaba al repalo, -era muy notorio- las venas de la verga se le dibujaban exactas por toda la chota y parecía que en cualquier momentos estallaban.

Yo estaba excitado me acercaba le olía la chota, los huevos generosos y peludos que tenía, le bajaba el slip hasta dejarlo en sus tobillos pero no se la chupaba, me reía y lo miraba, el expectante estaba atento a lo que yo hacía y de si venía alguien, me di cuenta que ardía. En un momento el final estaba cerca, se le escapaban gotas de leche que yo me tomaba obediente. Me dijo en voz suave: “tengo la leche en la punta de la pija -y me miró fijo susurrando: ¿estas preparado?”
Yo ya no podía más sentía pequeños latidos en la punta de la mía y en el culo (me pasa cuando estoy por acabar).

Me levantó me metió un beso gigante con gusto a faso y su lengua de pronto estaba dentro de mi boca, mi garganta, mi cabeza. Me separó me miró el culo y me dijo me lo debes.

Agarrándome de la nuca me empujo hacia abajo y arrodillándome nuevamente me metió la pija en la boca que al poco tiempo empezó a largar sus chorros de guasca a mi garganta en directo, con la fiebre que tenía llegué a contarle nueve chorrazos que rebotaban dentro mío. Me agarraba la cara para verme bien a la luz que era poca.

Yo recordando alguna porno que vi por allí le abrí la boca para que viera su semen y el flaco se empezó a sacar las últimas gotas mirándome, se seguía pajeando y me mantenía la boca abierta con un dedo. Me dio algunas gotas más y me pidió que la tragara toda, bajo su mirada atenta.
Luego en un tono firme imperativo me ordeno: ¡Límpiala! Mientras lo hacía repetía toda, toda. (Poniéndome otra vez la chota que estaba dura en la boca).
Lo hice de mil amores. Me quiso hacer acabar, pero ya me había ido en mis boxer. Me dio papel para limpiarme y me miró todo el tiempo, amasándose la verga.

Cuando me acompaño a la puerta me dijo: Acórdate de lo que me debes, te veo el mes que viene.

En la calle nuevamente, no podía entender ni creer nada de lo que había pasado.


Gabo Arancibia.