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¿Revolución sexual o pansexualismo? ¿Hacia donde vamos?

Lo más cercano a la cruz es aquel hombre que nos espera en la cama con los brazos alzados.    Si consideramos las aparentes prebendas c...

Lo más cercano a la cruz es aquel hombre
que nos espera en la cama con los brazos alzados. 
 

Si consideramos las aparentes prebendas con las que cuenta el sexo masculino, algunas mujeres se asombran
de que ciertos varones mostremos insatisfacción con el papel que nos toca desempeñar: 
“¿Liberarse de qué?”, “¿Más liberación?”, “¿No les parece que nos han hecho ya bastante daño apropiándose de todo cuanto hay?”. Basta hacer referencia a la insatisfacción masculina, para que algunas voces femeninas se alcen diciendo: “¿Y acaso nosotras no sufrimos?”. Nadie lo niega.

¿Por qué se subestima el sufrimiento masculino? ¿De dónde viene esa extraña mezcla de asombro e incredulidad cuando un varón se queja de su papel social? Se da por sentado que las supuestas ventajas de las que goza el hombre son incuestionables, y por lo tanto, cualquier queja al respecto debería ser considerada como una prueba más del afán acaparador y de la ambición desmedida que lo ha caracterizado. 
“¿Cómo es posible que quieran más?”. La respuesta es sencilla: queremos menos. Desde la perspectiva de la nueva masculinidad, las pretendidas reivindicaciones y ganancias del poder masculino machista son un verdadero panfleto de marketing.


 ¡Ni al Papa le creemos!
El nuevo varón quiere estar acorde con un despertar espiritual del cual se ha rezagado considerablemente, desea menos capacidad de trabajo, más afecto, más acercamiento con sus hijos y más derecho al ocio. Ya no quiere estar aferrado a los viejos valores verticalistas que fundamentaron la sociedad patriarcal. El nuevo varón está cansado de ostentar un reinado absurdo y esclavizante, tan envidiado por las feministas de primera y de última generación. 
Al nuevo varón no lo inquietan los míticos ideales. ¡Ni al Papa le creemos!
Lo más cercano a la cruz es aquel hombre que nos espera en la cama con los brazos alzados. 

A todas aquellas que nos odian por ser portadores del éxito, poder, fuerza, autocontrol, eficiencia, competitividad, insensibilidad y agresión. Les regalamos el botín y deponemos las armas: no nos interesan.

La verdadera revolución del varón, más que política, es psicológica y afectiva. Es allí donde aparecen la vida gay, la bisexualidad, el pansexualismo. (Se dice que la pansexualidad es la capacidad de amar a otra persona independientemente de su género. Algunos pansexuales afirman que para ellos el sexo y el género son conceptos vacíos de significado o que no tienen importancia. La pansexualidad es independiente de los tipos de amor que se puedan profesar y de los tipos de sexo que se practiquen. Los pansexuales pueden sentirse atraídos por otras personas en diversos planos románticos. Muchos pansexuales proponen una definición basada en la atracción por la persona o por los humanos, en general. A pesar de su orientación sexual sin distinciones entre géneros, algunos pansexuales pueden sentir preferencias por un tipo concreto de persona.) 
Y me pregunto: ¿No deberíamos serlo todos?

Es la conquista de la libertad interior y el desprendimiento de las antiguas señales ficticias de seguridad. Tal como dice el refrán: “No es rico el que más tiene, sino quien menos necesita”.  Y los hombres debemos reconocerlo: hemos necesitado de demasiadas cosas inútiles para sobrevivir.


Ale K