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Coronado cual viernes santo y con el culo roto.

Coronar la semana santa con una chupada de orto increíble en el baño de la estación de trenes, es una bendición de todos los santos putos...

Coronar la semana santa con una chupada de orto increíble en el baño de la estación de trenes, es una bendición de todos los santos putos que me cojieron en algún momento de mi vida.

Semana Santa se convirtió hace algunos años en el momento ideal para comer huevos, y no los de chocolate. Siempre, claro, unos buenos huevos acompañados de una barra increible, tampoco de chocolate (ni de mierda, por las dudas). En eso tengo que agradecerle al capitalismo barato que tanto lo ha incentivado: las fiestas son para comer.

El fin de semana largo, injustificable en un Estado constitucionalmente laico pero chupador de orto de la Iglesia en la práctica, me permitió volver a "casa" a visitar la familia. Y cuando digo familia, incluyo a varios ex y garchesrapidos, que sin compartir casa, sueldo o miserias, después de tanta verga entregada, ya son "como de la familia" (recuerden que debe haber distintos tipos de familia, no es un concepto cerrado). Las últimas Semanas Santas, como les contaba, fueron eficazmente usadas con el único propósito de reafirmar mi pasión, amor y fe en la pija.

Esta última no fue la excepción. Podría ahondar en detalles de garches aburridos, chupadas de pija y acabas invencibles en la boca de los "putos de siempre", pero quiero ir directo a la frutilla del postre. El sábado salí, casi solo, acompañado de dos Xs de los que no sabía más que el nombre (puto y torta). Fui a conocer un boliche gay, el único del tipo en mi ciudad, que, claro está, no prometía nada. Miradas cómplices abundaron, tocadas de bulto, chapes varios en el baño, y conocerle la pija al 60 o 70% de los que estaban allí por encuentros previos, casi que me repugnaban. Encontrarte a tu ex, y al ex de tu ex, que impere la histeriqueada patética y que te miren, los putos berretas, con cara de "puto con clase". Eso es lo que más asco me daba.

Tenía ganas de irme. Emprendí la marcha con mi conocido puto, ya que me quedaría a dormir en su casa para no incomodar a mis abuelos. En el camino le dije: quiero chuparle la pija a algún pibe que nos crucemos. Ya domingo, Jesús que había resucitado entre todos los muertos (y no precisamente los del boliche), escuchó mi deseo y, como no podía ser de otra manera, me lo cumplió.

Por allá en la esquina pasamos un cuida-coche, morocho a más no poder, pero así es como me gustan. Con ese no me animé, lo saludé esperando alguna respuesta, pero solo tuve una mirada con una sonrisa de quien esperaba irse a dormir lo más pronto posible. Ya en la otra esquina la cuestión cambia: otro cuida-coche nos saluda con un "Buenas, chicos, qué tal el boliche?". Oportunidad que no desperdicio saludando con la mano, haciéndome el macho alfa y le intento sacar charla. ¿Qué tal la noche, mucho frío o no?, le pregunté. "Y, mas o menos", me dijo. "¿Hasta qué hora te toca hoy?", retruqué. "Hasta las 6, por ahí".

Hasta ahí no había entendido que el pibe esperaba a gritos que lo invitara a hacer algo. "Nosotros estamos acá a 3 cuadras, ¿querés venirte con nosotros?". A lo que no tardó en responder: "Dale, dale; así veo y cuando termino me paso; ¿tienen algo para tomar?". "Fernet puro", respondimos al unísono. En ese momento caminábamos para la casa, él había dejado su moto Zanella y a su hermanito durmiendo en la esquina. Entramos, y sin mediar palabra, le intenté comer la boca.

"Besos, no". Me dijo, pero sin violencia, y llevando su mano a la verga. De un cuida-coche, lo que me imaginaba era que me iba a meter en la boca una pija sucia, descuidada, pero una vez que le desabroché el pantalón, ya no pude pensar en eso. Enseguida engolí ese pedazo de carne, que seguramente Dios lo había convertido antes, en la última cena y se había asegurado de que estuviese limpio. Fueron dos minutos gloriosos, hasta que dijo "me tengo que ir, pero salgo a las 6 y vuelvo". Pensando que eso no pasaría, intenté impedirlo, pero sabía que tenía su moto y su hermanito solo, asi que lo dejé ir, le agarré la pija y le dije: "volvé, te voy a estar esperando".

6 en punto, suena el timbre. Había venido en su moto. Y me dice "tenés algo para darme? 50$ mínimo". Si algo me hiere el orgullo es pagar por sexo, pero al ver que si no le daba nada, realmente no iba a pasar le ofrecí "te doy 20, no tengo más". Pasó igual.

Así como entró, le bajé los pantalones y empecé a trabajar nuevamente en ese pedazo de carne que yacía dormido. Prometía mucho, y ya lo había visto en su estado, pero no en el mejor, que todavía faltaba venir. Tenía unas manos increibles, un cuerpo marcado que fui descubriendo mientras le chupaba ese cañon perfecto. Su gorrita me producía una sensación genial, era un cuida-coche, lo había cruzado en la calle y le estaba chupando la pija: inolvidable. Unos 15 minutos fueron suficientes para que le rogara que, en Domingo de Pascuas, me rompiera el orto. Me lo merecía. No tardó nada en levantarme, ponerme en 4 sobre el sillón y pedirle una crema a mi conocido que, a todo esto, miraba y se pajeaba sobre la cama. Con la bruteza característica, me pasó cremita por el orto, se aseguró de inspeccionar la entrada con su cañon y se puso el forro. Sin mediar palabra y sin esperar a que hiciera la bendición, me mandó a guardar su tronco. Así me tuvo, unos 10 minutos más, agarrándome el pecho y cruzando sus brazos de hombre por el cuello. Me acabó, sin avisarme, y le pedí que me siguiera empomando hasta poder acabar en mi mano. Sacó su verga, dijo "me tengo que ir", me dejó el forro en la fábrica de chocolate vencido y se fue a limpiar.

Le pedí su teléfono y me dijo "no puedo, tengo la patrona". Tenía 20 años, un hijo de 2, había venido del campo a la ciudad a los 13 y, desde esa edad, "tengo algunos clientes". Su cuerpo es perfecto, su cara hermosa; es ese cuida coche bruto que vestido por Lacoste se convierte en EL macho argentino: sus manos, su mirada y su forma de hablar. Me ganó la pateticidad de imaginármelo chiquito, vulnerable, cojiendose viejos desagradables por unos pesos, y quise abrazarlo, ayudarlo, darle trabajo y solucionarle la vida. Pero atrás de todo eso, solo estaba el interés final de querer tenerlo a mi lado para siempre y poder chuparle la pija cada vez que quisiera.

Ahora ya no esperaré a la próxima semana santa, mas bien, al próximo fin de semana largo injustificable de nuestro laburador país, para ir a buscarlo y volver a pagar unos pesos para que me haga sentir el puto más puto de todos.

De vuelta hoy en Buenos Aires, no podía evitar pasar por el baño. Primer intento frustrado, compras de por medio, y segundo encuentro fenomenal. Cruzamos mirada, no nos miramos la pija, y nos metimos directamente en el cubículo. Tenía una pija considerable, pero nada descomunal; un chico lindo, con algunas canas, 27 años aprox y un porte importante. Le dije que no la chupaba (en los baños, porque si fuera de la calle hasta le trago la leche), y sin drama alguno se colgó de mi verga creyendo, pobre de él, que tenía un activo al que satisfacer. Como nunca antes me había pasado, dice: "te chupo el orto?". WTF! Obvio, POR FAVOR. Me doy vuelta y sin dudar, me lenguetea el ojete una y otra vez por unos 5 minutos. La calentura me estaba por hacer estallar, hasta que me doy vuelta y le como la boca. "Voy a acabar", me dice. "Dale". Así nos pajeamos hasta acabar y enchastrar, como se debe, el cubículo de leche. Nos comimos la boca y no me pasó su celular porque "tengo novio". 

Gracias a la Santa Trinidad, a Jesús, a Dios, a la Virgen por haberme dado un fin de semana cargado de amor, fe y emoción, chocolate y vino blanco y una coronación que, si bien no fue la de Jesús el viernes santo, me dejó el culo roto y bien chupado.

Facundo Guillon