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Descubriendo a un ser querido en una tetera.

Mi mente aun cree que lo fugaz no es traición. Si una relación termina en un orgasmo es fugaz, si termina en un beso es traición. C...

Mi mente aun cree que lo fugaz no es traición.
Si una relación termina en un orgasmo es fugaz,
si termina en un beso es traición.

Conocer accidentalmente el secreto más guardado de un hombre lo pone a aquel en un lugar de máxima vulnerabilidad, pone en evidencia lo leve del ser y da, quizás si fuera parecido al propio, una sensación de liberación personal entendiendo esto como la posibilidad de convencerse finalmente de que nadie es perfecto y que todos, absolutamente todos, tenemos trapitos sucios para esconder.

Pero según el pensamiento de un querido amigo lo importante siempre es cómo se cuidan esos trapos, como se hace para tenerlos pero no correr el riesgo de que sean descubiertos y quedar al máximo expuestos.

No deberían estar disociadas las ideas de placer y adrenalina, pero las personas sensatas tratan de correr la menor cantidad de riesgos posibles sin por eso limitar su placer. Nadie es perfecto. El desafío es administrar los impulsos para nunca tener que rendirle cuentas a nadie, o al menos, cuidarlos de tal manera que puedan seguir fluyendo sin poner en amenaza la vida tal como uno la conoce al día de hoy.

Buena reflexión, el problema es que no soy un tipo sensato a la hora de mi sexualidad. Es mi punto débil, mi miseria, y no me refiero a mi elección sexual, sino la forma de ejercerla.

¿Como se ejerce la sexualidad de manera miserable?

Exponiéndose. Concurriendo a lugares de encuentro colectivo. Teniendo sexo con desconocidos, “la promiscuidad es la miseria del sexo”.

La verdadera sexualidad es miserable y egoísta. Nadie hace el amor para satisfacer al otro y lo promiscuo o lo marginal siempre es erótico, y lo prohibido adrenalínico.

Una relación sentimental estable no colmaría mis ganas de estar con un hombre. Porque sería querer cambiar la cocaína por un buen puro.

Lo exótico del sexo es mi droga. Y aún soy un adicto que no está en vías de recuperación.

Esta persona cree que “lo importante primero es ser honesto con uno, y poner en claro el verdadero motor de las cosas. Ninguna adicción es para siempre porque uno crece y las ópticas cambian. Ahora, querer aferrarse a una adicción es otra cosa. El problema no es la adicción en sí, todos tienen una, el tema es el riesgo, asumirlo. Yo también voy a cines. Y chupo una pija a oscuras y salgo angustiado pensando qué hice, que estoy loco, que qué necesidad tengo... Es una lucha diaria controlar el impulso, y muy difícil de ganar. Pero en la medida en la que uno acopia bienes en la vida tiene que saber cuidarlos. Mi situación es más impune, soy solo. Y esto no tiene que funcionar como una culpa para vos por no serlo. Pero sí es una realidad, y creo que hay maneras de darte los gustos sin correr algunos riesgos”.

Pero con respecto a una relación, según mi mente hoy, al riesgo físico se le suma el afectivo, que muchas veces es más dañino que cualquier venérea. Y el trabajo de mantener una relación paralela para quien vive en pareja, puta que es difícil.

El riesgo afectivo nunca debería ser mayor al de cualquier otra estirpe, a menos que, como yo, se viva al afecto homosexual como una condena. Pero aún así, el riesgo está implícito en todos los actos de esta vida!. Solo se trata de elegir y un día va a suceder y al final nadie es tan impune.

Los impulsos son ingobernables y el miedo no ayuda. Nadie está exento de nada, ni el más santo y el riesgo está en todos lados. Pero la válvula de escape debería ser lo que se encuentra en las generales de la ley, para que la marginalidad solo sea un gusto, la excepción.

Pero la marginalidad me aleja de la culpa que da el adulterio. Mi mente aun cree que lo fugaz no es traición. Si una relación termina en un orgasmo es fugaz, si termina en un beso es traición.

Este es mi punto en conflicto. La traición. Y qué entiende uno por eso es tan personal como la existencia misma.



Fabian Mazz