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Condenado Bareback

La primera vez que tuve sexo a pelo fue a los 20 años. Ahora tengo 28, por lo que de eso ya han pasado algunos años que me saben a un lejano...

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La primera vez que tuve sexo a pelo fue a los 20 años. Ahora tengo 28, por lo que de eso ya han pasado algunos años que me saben a un lejano recuerdo. Lo hice por decisión propia, y debo admitirlo, sin consultarlo con mi novio de por aquel entonces. La calentura y las ganas de expandir los límites de mi placer personal fueron gran parte del factor en la toma de aquella loca decisión. Desde entonces creo que la sensación de hacerlo a pelo es muy diferente a ponerte una cubierta de látex. En lo personal siento menos placer al usar un preservativo. Ya sé que muchos homosexuales consideran el bareback como una práctica de riesgo, vamos que incluso yo estoy consciente de la problemática que representa romper con la seguridad y los límites de la sexualidad gay, existiendo de por medio el VIH, el VPH y otra larga lista de infecciones de transmisión sexual.

Antes de realizarme una prueba de detección de VIH recuerdo que por mi cabeza pasaba la idea de la culpa y el coraje a mi pasado, porque bien sabía que no una sino varias ocasiones había tenido sexo con otros hombres sin el uso del preservativo. Con mi pareja fue algo recurrente, él me permitió penetrarlo sin condón y yo le permití que me penetrara sin condón. Después de una charla decidimos que estábamos listos para dar ese gran paso, aunque estaba de precedente aquella ocasión en que le había introducido mi miembro sin látex, sin siquiera habérselo consultado. Chicos, nunca hagan eso, si les va el bareback deben preguntárselo al otro desde el principio, ya que si de correr riesgos se trata, hay que hacerlo estando conscientes ambas partes. No hacerlo sería una violación a un derecho sexual primordial: el de elegir.

Escucho y leo continuamente artículos informativos sobre bareback, y en todos ellos la constante es la voz acusadora que pinta esta práctica como anormal, indebida, perversa y suicida. Pero veo pocos argumentos en pro del sexo a pelo o testimonios de hombres que se atrevan a hablar sobre sus experiencias y las razones que los han llevado a optar por esta alternativa.

Éste no es el primer testimonio que leerán sobre un barebackero, sino el de uno que algunas veces ha practicado bareback, pero al menos será una ventana para que los interesados se asomen y sepan que hay espacios para hacer escuchar sus ideas.

Me la he jugado con forro y sin él desde que tengo vida sexual activa. Algunas veces he sido el activo y otras receptivo. No intento justificarme al decir que he leído mucho sobre el tema, pero sí acepto que hacerlo me ha ayudado a entender claramente los riesgos y a saber dilucidar qué hay de bueno y malo en el bareback. Algunos hombres tienen demasiado miedo al sexo sin preservativo que incluso optan por incluir un preservativo en el sexo oral. En mi caso el sexo a pelo no ha sido una constante en mis relaciones, intento usar los preservativos siempre que tengo encuentros de sexo expres. Además, cuando la hago de pasivo impongo a mi pareja que use condón para estar más tranquilo con la siempre latente posibilidad de adquirir una ITS. Con todo, algunas veces he tenido parejas que han preferido hacerlo sin preservativo y yo he aceptado. Tienen mucho que ver la química y las circunstancias del encuentro: el lugar y el momento, sobre todo.

Podría clasificar dos clases de bareback: si se decide tener sexo a pelo de forma consciente, se habla de la práctica de un bareback consensuado y armónico. Si se hace por impulso y falta de control sobre las acciones de pensar, y por ende se es más pasional que racional, entonces se habla de bareback de riesgo.

A la gran mayoría nos toca experimentar ambas clases de sexo a pelo. La principal, hay que aceptarlo, es la segunda. Cuando hay alcohol de por medio, drogas, o falta de carácter y uso de la razón, nos aventamos al ruedo sin protección. Pero también existe otra realidad: muchos hombres son predadores sexuales que prescinden de la razón a la hora de cazar: ese carácter de desesperación por tener sexo va acompañado por una actitud impulsiva e inconsciente en la que sólo interesa penetrar o ser penetrado.

En el caso contrario están aquellos que practican el sexo bareback de forma consciente y armónica, no aplican el uso del condón no porque no tengan uno a la mano. Deliberadamente han decidido que sus relaciones prescindirán del látex. Aunque pensamos que estas personas son irresponsables y malintencionadas son todo lo contrario: informan a su pareja y por lo general prefieren tener encuentros sexuales con otros hombres que también practican sexo a pelo. Me parece ilógico tildar esta actividad como irresponsable y perjudicial cuando se realiza entre un círculo particular, donde hay una pertenencia clara y un estatuto de libertad a elegir relaciones desprotegidas. Aquí no hay engaño: se sabe lo que se hace y se conocen claramente los riesgos y el trasfondo de la situación.

También valdría aclarar otros puntos del bareback. Desgraciadamente esta práctica siempre es más riesgosa para unos que para otros. Y en este caso los roles sexuales juegan un papel importante. Quien es receptivo o pasivo corre mayor peligro de infectarse con algún agente patógeno. El activo por su lado tiene un índice muchísimo menor. ¿Por qué afirmo esto? Aún cuando se diga que ambas partes corren el mismo peligro, lo cierto es que el hombre pasivo las lleva de perder: el ano es una zona delicada, llena de terminaciones nerviosas, y corrientes de flujo de sangre. Cuando hay desgarres las posibilidades de infectarse con VIH acrecientan, ya no se diga de virus de papiloma humano o sífilis, las otras dos ITS con mayor número de transmisiones al año entre hombres que tienen sexo con otros hombres. Para el activo es menos probable que la piel de su miembro sufra alguna rasgadura o desgarre, y aunque no todas las ITS necesitan una puerta de entrada como una herida, no es lo mismo hacerla de activo a hacerla de pasivo en el bareback.

Catalogar a los apeleros como personas sin amor propio es una aseveración moralista. Como siempre la gran mayoría de los homosexuales están más preocupados por cuestionar la vida sexual de los demás, en lugar de hacer un análisis personal sobre los riesgos que cada uno corre en el sexo. Todos estamos expuestos a la transmisión de las infecciones sexuales, pero esto en lugar de ser entendido como una preocupación personal la llevamos a lo social, estamos demasiado interesados por la forma de vida de los otros que creemos que el hecho de que un posible ligue haya tenido alguna vez relaciones sexuales lo convierte en un individuo egoísta y rebelde que no ha pensado en sus futuras parejas. ¿Qué hay de cierto en esto? Nada en absoluto, idealizamos a los hombres como seres que deben llegar sanos y salvos a nuestra cama, como si emuláramos la virtud de la virginidad femenina bajo el ojo inquisidor machista donde toda mujer que llega virgen al matrimonio es pura, y aquella que no es puta y fácil. Bajo estos conceptos un hombre que ha tenidos sexo sin protección antes de estar con nosotros, es puto y desvirtuado. Eso mis estimados, es hipocresía pura.

Cuando escucho a alguien culpar a otro por haberle transmitido una ITS, lo primero que le pregunto yo a él es si su pareja lo ha obligado a tener relaciones a pelo. Su respuesta es siempre la misma: “no, pero es que no me informó de su condición o de su pasado”. ¡Ah, pero tuviste tiempo para preguntárselo! Aun cuando sólo se trate de un encuentro en un cuarto oscuro, tienes boca para hablar y un cerebro que utilizar, más allá de un pene o un ano que necesite saciar su necesidad sexual.

He aquí porque me parece absurdo cuestionar los hábitos sexuales de tu pareja cuando no puedes siquiera regir los tuyos y serte fiel. Si no te gusta el sexo a pelo, no tengas sexo con alguien a quien le guste. Y si decides tenerlo, mantente firme y exige el condón. Para que después no haya quejas que no puedan ser resarcidas.

Mis palabras no van en defensa del sexo a pelo, ni intento tampoco justificarme por haber tenido relaciones sin protección. Hay que dejar una cosa en claro, el miedo a los riesgos sexuales no se debe tener en cama ni hay porque vivir con éste como referente de bienestar. Tenemos las herramientas para prevenir el temor, la información y la experiencia de anteriores generaciones que han compartido con nosotros.

Necesitamos practicar el sexo racional y no perder la individualidad.
Aun cuando las relaciones sexuales tengan como clímax el fundirse con el otro, siempre debe perdurar en cada uno la labor reflexiva del buen sexo, es decir, tener bien claras las respuestas a los cuestionamientos del ¿por qué me gusta tener sexo?, ¿cómo me gusta? y ¿qué herramientas tengo a la mano para gozar del sexo sin remordimientos? /lugqv