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Reflexiones: Miedo al amor

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[caption id="attachment_8588" align="alignright" width="400"]miedo al amor Estás empecinado en pensar que no tenés nada mejor para dar que sexo y eso no es así.[/caption]

Miedo al Amor: Parte I


- Vos lo que tenés, es miedo al amor.
- ¿Eh?
- Eso, que le tenés miedo al amor, que digas lo que digas y hagas lo que hagas, acá el problema es que tenés es terror de que alguien te ame por lo que sos, porque estás empecinado en pensar que no tenés nada mejor para dar que sexo y ahora te das cuenta de que eso no es así.

Salí de la sesión e inmediatamente sentí como una especie de alivio. Era como un enfermo al que le habían inyectado morfina. Un ligero placer se apoderaba de mí y pensaba ¿Posta? ¿Ese es mi problema? ¿Por eso hago lo que hago y siento lo que siento? ¿Todo por miedo?

Sí, la respuesta era sí.

Algunos pensarán, miedo se le tiene a la muerte, al cuco, al torno, a las arañas, a cualquier otra cosa, pero no al amor. Se podrán llenar la boca de las cosas buenas del amor como sentimiento, del amor como estado, del amor natural, del amor incondicional. Pero a mí, todo eso que algunos les viene por naturaleza, a mí me provoca miedo. Y mucho.
Y es que para alguien que tuvo un padre que lo maltrataba física y mentalmente (no por mi condición de gay, aclaro, mis hermanas también ligaban) y una madre fría como una roca, ese sentimiento le fue desconocido desde chico.

Después de una infancia sin besos, abrazos y te quieros, llegó la adolescencia, y con ella el despertar sexual. A los 14 años tuve mi primera vez con un chico y a partir de ese momento descubrí el dulce placebo que iba a tomar el lugar que nunca había ocupado el amor.

A los 18 años, decidí dejar mi provincia natal y mudarme a Buenos Aires. Aquí la joda sería infinita. Había cines, saunas, baños, parques, plazas, chats, líneas telefónicas. No había manera de estar solo. O en realidad había muchas.
Por diversión, por ganas, por aburrimiento, por poder, simplemente porque sí, terminaría usando el sexo como un refugio. Allí, todo era alegría. Conocía, experimentaba, tenía orgasmos, provocaba orgasmos. Siempre había alguna tetera para visitar, alguna pija por chupar, alguna cogida por disfrutar. Y disfrutaba, realmente disfrutaba. Me era fácil y me era cómodo. No tenía que recordar nombres, historias, sólo tenía que producirme una mínima calentura y ya. Era su pito y mi boca. Su pija y mi culo. Mi pija y su orto. Era sexo y nada más.

¿Cómo podía yo dejar de ir a lugares que me mantenían alejado de mi mayor terror? Ahí donde me sentía cómodo, donde me desempeñaba tan bien. Con los años descubriría que a pesar de haber tenido tantas experiencias, nunca había llegado al nivel de “puto reventado”. Solía andar bien solo por ahí hasta que me ganaba la calentura y terminaba en algún lugar de los mencionados, pero no lo hacía tan seguido. Tampoco soy un pibe bolichero, así que nunca salí a ponerme en pedo (primero porque no tomo) y levantar o ser levantado.

Yo quería lo fácil, lo seguro. Todo lo que me alejara de un posible encuentro con alguien que me preguntara por mí, alguien a quien no tuviera que exponerme y desnudarme más que con el cuerpo...(continuará)

 

Matías Herrera