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Vergara. Final (dos)

José María Gómez | Nosotros y los Baños| Los Putos|   (Y para conseguirlo, mi primo, sabiamente me hablaba, distrayéndome, para que yo me la...

José María Gómez | Nosotros y los Baños| Los Putos|

 

vergara(Y para conseguirlo, mi primo, sabiamente me hablaba, distrayéndome, para que yo me largara a reír, me hacía chistes de esos malos: “¿Querés jugar al teto…?”, me metía el dedo gordo en la boca, me apretaba la nariz, todo para que no pensara que esa cosa gigantesca que había visto recién me estaba entrando por el culo, para que me entretuviera observando sus facciones que de repente se veían bellas, armoniosas, para que no tuviera ningún miedo, para que entrara finalmente el cuarto metro de pija y en vez de gritar como un descocido le pidiera, como lo hice (aunque con la voz estrangulada): “Dame más, metémela toda adentro, ¡ay!”).


Pero no me dolía, al contrario, sentirlo mío y a mi merced me producía una gran satisfacción. Recordé las vísperas de Navidad pasadas junto a él imaginando los juguetes que nos traería el Niño Dios esa misma noche: a Vergara su primer camioncito y a mí mi primer pianito de juguete, recordé las monedas que juntábamos con ahínco para poder comprar los fuegos de artificio: a él le gustaban los rompeportones y a mí las cañitas voladoras, recordé los baños primerizos en el río, escapándonos bajo el sol inmenso, él animándome a nadar y yo temeroso, recordé… lo recordé a él y a su cuerpo, en cómo fue mudando, cómo el tiempo había convertido a ese niño en un muchacho vigoroso que en ese preciso instante me estaba rompiendo el culo, lo amé por lo que estaba haciendo, lo amé por lo que me estaba haciendo sentir, él, Vergara, mi primo, un pichón de macho que no le tenía miedo a nada y a nadie, y quién, luego de una tremenda arremetida que pareció romperme en dos, como había prometido, comenzó a balbucear en mis oídos palabras cariñosas, sentidas, como si se hubiera metido en mis pensamientos, como si los hubiera escuchado toda la vida, como si le encantase responder finalmente: “¿Viste?, guachito, te la estoy metiendo, te estoy cogiendo, mi amor”. Y a continuación me ahogó. Me largó tanta leche adentro que se me salía por la boca.    


Menos de un año después Vergara embarazó a su novia. Pero no lo quiso reconocer, tampoco criar, más tarde, cuando lo obligaron. Ismael (Dios oye) creció prácticamente sin su padre. Finalmente comenzaron a verse cuando el chico era un muchacho, poco tiempo antes de que este recalara en mi casa,  bello y frágil como una flor de invernadero. Voy a tratar de hablar de él, si puedo, porque mientras escribo esto y el chico se está bañando en el baño principal (con mi autorización) me están temblando las manos.


Leé acá de José María Gómez toda la saga: "Vergara"