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Me cojés en la cama de Juan?

Juan Manuel, fue mi mejor amigo de la secundaria y mi confidente en (casi) todo. Se definía como homosexual desde muy chico y juntos habíamo...

Juan Manuel, fue mi mejor amigo de la secundaria y mi confidente en (casi) todo. Se definía como homosexual desde muy chico y juntos habíamos descubierto los placeres de compartir un cuerpo de hombre. No teníamos pudores ni vergüenzas, por lo que tampoco teníamos límites en probar cosas nuevas.

Pero no son esas cosas las que les quiero contar hoy. Y para ser honesto, no es de Juan Manuel de quien les quiero contar. Quiero hablarles de Miguel; su padre.

Juan

[avatar user="Alejo Singer" align="left" /]


Miguel era el padre "gamba" de la división. El que nos acompañaba a las excursiones, al viaje de egresados, el que nos hacía el aguante en la casa y, aparte, mi entrenador de tenis durante esos años.


Era viudo: la mamá de Juan había fallecido cuando él tenía 7 años y desde allí nunca se le había conocido una novia.


Lo que más recuerdo de Miguel era su espalda musculosa, sus brazos enormes, su pecho peludo, su boca amplia y barbada y sus manos recorriendo todo su cuerpo bajo las duchas después del entrenamiento.


- Lavate bien el pito - me decía. Y me guiñaba un ojo, mostrándome él mismo como se hacía. Agarraba el jabón, tiraba el cuero duro para atrás dejando la cabeza roja y ancha a la vista y recorría con el dedo enjabonado toda la circunferencia de su glande. Luego, con su palma le daba una enjabonada general, la enjuagaba y me volvía a mirar para encontrarse con mis ojos brillosos y mi boca semi abierta.


Tres o cuatro pajas por día me clavaba recreando esta escena. Yo tenía todas las preguntas y las inquietudes propias de mi edad y pensaba que le podía ocultar mi calentura a este flor de macho que tenía todo más que claro....


Muchas noches yo me quedaba a dormir con Juan. A pesar de que Miguel sospechaba (o sabía) todo lo que pasaba en esa habitación, nunca invadió nuestra intimidad ni nos hizo sentir incómodos u observados. Parecía aceptar abiertamente y con amor incondicional la forma de vida de su hijo.


juanCierta noche, en verano, no nos podíamos dormir de la calentura que teníamos y Juan me propuso hacer un 69. Era de madrugada. supongo que Juan no se había percatado de la puerta entornada. Comenzamos a chuparnos las pijas, pasando por nuestras bolas y acariciando nuestras esfínteres humedecidos con saliva y al cabo de un rato,con los ojos ya acostumbrados a la oscuridad, pude ver la silueta de Miguel,en slip, espiándonos desde el pasillo. A partir de ese momento, comencé a hacer gala de todo lo que había aprendido en las películas que veíamos con Juan mientras no había nadie en la casa. Me calentaba pensar que, en realidad, estaba dando un show para su padre.


Me puse en un ángulo en el que pudiera apreciar todo el panorama, lo acomodé a Juan sin que viera nada y ahí mismo, como las actrices porno, mientras Miguel observaba en silencio le tomé toda la leche a su hijo, saboreando cada gota y gimiendo despacio. Me imaginaba el show de la ducha, solo que en vez de estar lavándose la pija, esta vez se la estaba masturbando al otro lado de la puerta. Luego, le pedí que me chupe el culo para acabar. Juan me levantó las piernas poniéndome la cabeza justo debajo de mi verga y a los pocos segundos de mamar con fuerza mi agujero me hizo acabar enormes chorros de leche sobre mi propia cara, juntándolos con los dedos y obligándome a comerlos.


Esa noche, decidí que quería estar en la otra cama. En la cama matrimonial, del otro lado del pasillo. Y no tuve que esperar mucho.


Ese verano, Juan se fue a Italia en un intercambio cultural y Miguel me propuso seguir con el entrenamiento de tenis. Yo estaba entregado y él lo sabía. Sólo lo detenía el hecho de que yo fuera menor de edad... pero yo ya tenía 15 años y era, en gran parte, un hombre. Ya me había desarrollado por completo, mi voz había cambiado, mi pija iba camino a sus 19x5 definitivos y había entrenado mucho. Mi cintura y mi cola, daban cuenta de ello.


Ese día, luego del entrenamiento, me dijo que íbamos directamente para su casa. Que él le avisaba a mis viejos, nos bañábamos allá, cenábamos y, si se había muy tarde, me quedaba a dormir en la pieza de Juan.


Nos subimos al auto y durante todo el viaje fuimos charlando mientras él, como quien no quería la cosa, acariciaba mi pierna izquierda.


-¿Te molesta? - me dijo, sonriente, mirándome profundo a los ojos


- Ni ahí - le contesté, sonriendo


Cuando llegamos, me hizo pasar a la pieza de Juan y acomodar mis cosas mientras él me calentaba la ducha.


Estuve un rato largo debajo del agua pensando, hasta que Miguel golpeó la puerta y me pidió permiso para entrar. Estaba desnudo y con una toalla rosa en la mano.


-¿Nos bañamos juntos como en el club? - me dijo, sin esperar respuesta. Y ahí lo tenía. Compartiendo el chorro de agua caliente, desnudo, con las axilas transpiradas enjuagándose al lado mío, pasándose el jabón por el pecho, por las nalgas, por las bolas y haciendo la rutina del lavado de pija al alcance de mi mano.


- ¡Ey! ¡Relajate! No vamos a hacer nada que vos no quieras - me dijo mirando mi pija enhiesta - y me besó en la boca.


- Te quiero mucho - prosiguió - Pero te quiero de verdad. Vos sabés que esto que estamos haciendo está para el orto. Que si contás algo yo voy preso. ¿Querés que sigamos o no? - yo permanecía sin habla, con el corazón a mil, emocionado, enamorado, caliente. Se me escapó una sonrisa.


- Me gustás mucho - le dije - Yo también te quiero


- ¿Te gustaría pasarme el jabón como te enseñé? - me dijo, pelando la cabeza de esa herramienta hermosa


Y comencé, entre arrumacos, a acariciar toda esa piel sensible de su glande con la palma de mi mano, mientras él jadeaba y sus piernas se flexionaban involuntariamente. Tenía la pija muy dura, y con cada pasada de mi mano se endurecía más aún.


- ¿Te puedo decir "papu"? - le dije, mirándolo travieso. Y eso pareció enloquecerlo


juan ca2- Chupala como vos sabés - me dijo, cómplice, guiando mi cabeza hacia abajo. - Haceme todo lo que le hacés a Juan. Vos necesitás un hombre, no un chico-


Y aún debajo de la ducha pude percibir todo ese olor a hombre mientras me esforzaba por abrir mi garganta hasta el fondo y comerme esa pija gruesa.


- Quiero ir a tu cama, papu - le dije


Cerró la ducha, me envolvió en la toalla para secarme superficialmente y me dijo "Hoy te tengo toda la noche para mi"


Y cuando llegamos a la habitación, me acostó boca abajo sobre su cama enorme, me pidió que levantara bien la cola, que la abriera con las manos y que mantuviera las mejillas apoyadas sobre la cama.


Así estuvo chupándome el orto un rato muy largo. Intentando abrirlo, primero con su lengua juguetona, luego un dedo, dos, mientras seguía jugando con su lengua pajeándome la chota para abajo y pegándole hermosos lengüetazos primero y una profunda chupada una vez que su mano encontró mi próstata.


Sabía cuándo parar para que yo no acabara y cuándo acelerar el ritmo para hacerme llegar al límite.


- Ponete boca arriba - me dijo. Y me puso en la misma posición que había visto a través de la puerta aquella noche. Mis piernas abiertas y estiradas, mi agujero apuntando hacia arriba y mi pija muy cerca de mi boca.


- Chupala - me ordenó. Y mientras yo lamía mi propia pija adentro de mi boca, el se paró sobre la cama y poco a poco me fue entregando su trozo.


Así me estuvo garchando un buen rato. Miguel tenía mucho aguante. Sabía enterrarla toda haciéndome sentir con la cola llena de carne y le gustaba de golpe sacarla y cojerme rapidito, sólo metiéndome la cabeza en la puerta. Eso me hacía doler un poquito, pero me enloquecía de placer sentir cómo se dilataba mi ojete.


Luego me puso de costado, los dos recostados en la cama, él abrazándome fuerte desde atrás, mis piernas abiertas rodeando su cintura y me cogió muy profundo mientras me besaba el cuello.


Me trató con mucho amor, aún cuando su sexo era furioso y animal. Me trató como le gustaría que un hombre trate a su propio hijo.


- ¿Te animás a cabalgarme? - me dijo. Y yo, que eso también lo  había aprendido de las actrices, abrí mis piernas y ante sus ojos incrédulos y encendidos de lujuria me clavé todo eso en la cola gimiendo de dolor y de placer.


Él comenzó a hacerme la paja.


- ¿Juan se banca toda esta verga adentro o te coje sólo él?


- Toda. Se la banca toda y sin chistar. ¿Y vos le viste la pija parada a tu hijo? Es muy muy parecida a ésta - le dije, tocándome el borde de mi agujero estirado e inundado con su pija. - No tan gruesa, todavía, pero muy linda - Y luego de unos minutos de saltar furiosamente sobre su pija, no aguanté más y gritando de placer llené toda su panza, su pecho, su cuello y hasta su cara con mi leche mientras él se reía a carcajadas de felicidad por haberme hecho acabar a chorros y a los gritos. Se sintió muy macho. Y me pidió que relaje la cola, ante lo cual intensifiqué mi cabalgata, abrí bien mis piernas y recibí toda la leche que Miguel pudo darme.


Volvió a reírse a carcajadas y a gritar de placer y tardó varios minutos hasta que los espasmos calmaron y salió de adentro mío con su pija hinchada y húmeda, como recién extraida de una vagina.


Esa noche no dormimos nada. Hicimos el amor muchas veces entre promesas de guardar silencio.


- ¿La próxima vez me cojés en la cama de Juan?


- En la cama de Juan la próxima, y en las duchas del club la que sigue - y me guiñó el ojo como hacía siempre.