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Argentina Horror Show. Salir del closet en los '70

En una “cartilla de seguridad”, la revista Somos explicaba cómo actuar en caso de ser detenido en la calle o en una de las frecuentes r...

En una “cartilla de seguridad”, la revista Somos
explicaba cómo actuar en caso de ser detenido
en la calle o en una de las frecuentes razzias
en los lugares de encuentro. Era crucial no
agacharse aunque te lo pidieran los mismos canas.
Agacharse era una prueba de que eras gay.
Por Lautaro Anchorena | “Era tan difícil encontrar locales... La izquierda encontraba iglesias amigas, pero nosotros ni eso. Cuando pasaba un tren, cada quince minutos, nos agachábamos. 
Pero reuniones así valían la pena”, escribe Héctor Anabitarte en un texto que recoge escenas de la vida cotidiana de aquellas primeras locas activistas, que a veces cambiaban el paso a nivel de Gerli por una cocina de conventillo de Lomas de Zamora, donde en una ocasión fueron detenidos por la policía a causa de una denuncia anónima sin mayores consecuencias.

El núcleo militante –cuyo nombre designaba la pretensión de una comunidad– se llamaba “Nuestro Mundo”. Anabitarte, un empleado de Correos, cuadro del Partido Comunista pero despromovido a causa de su proclamada homosexualidad, coordinaba por entonces los esfuerzos y los proyectos de la agrupación. Bajo el ruido de los trenes y los olores del conventillo comenzó el primer intento político en la Argentina de volver hacia lo público un mundo hasta entonces destinado a permanecer en el dominio de lo nocturno, lo frívolo o lo tortuoso. “En Nuestro Mundo participaban personas del pueblo, algunas de las cuales eran portadoras de la ideología más reaccionaria o conservadora.

Héctor Anabitarte vive hoy en España con su marido, pero
tiene presente todo lo que paso en la Argentina en los años
del horror, hizo frente a todos los dinosaurios que pudo.
Es uno de los creadores de la FLH (Frente de Liberación
Homosexual) repartían boletines de prensa reivindicando
la liberación homosexual. Los miembros del FLH  aportaban una
pequeña cuota mensual.  Estos aportes, sumados a la recaudación
provenientes de la organización de fiestas para el ambiente gay,
eran utilizados para las publicaciones, materiales, e incluso
 para enviar víveres o enseres a homosexuales presos.
Repartíamos boletines mimeografiados en las redacciones de los periódicos o las revistas. Los periodistas que me recibían se quedaban a veces helados. ¿Pero usted es homosexual? No se me hubiera pasado por la cabeza, me decían. Como si esperasen a una drag-queen en lugar de un sindicalista habituado a la pelea política”, recuerda Héctor Anabitarte.

En agosto de 1971, un grupo de intelectuales crea, en un departamento de la calle Rioja, cerca de Plaza Once (según se dejó testimonio en el número 5 de la revista Somos del FLH), el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina, al que pronto se unirá Nuestro Mundo. Juan José Sebreli menciona, entre los notables frentistas, a Manuel Puig, quien, según escribe Sebreli en “Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires” (largo artículo incluido en el libro Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades), “advirtió que no participaría del movimiento a causa de su carrera literaria”. Agrega Sebreli que, en la reunión fundacional, se encontraba “paradójicamente” un militante del Partido Comunista Argentino, activo dirigente del Sindicato de Correos, en referencia a Héctor Anabitarte.

Según testimonio de Anabitarte y Lorenzo Sanz (su pareja, también integrante del FLH, con quien partiría al exilio en 1976):
“Nos reuníamos en casa de Pepe Bianco, que sin embargo estaba en desacuerdo con la conformación de un movimiento por los derechos de los homosexuales. Pensaba que reivindicar la homosexualidad era un disparate, porque era apenas un asunto individual, algo personal, de lo que no había motivos para enorgullecerse. Bianco era un intelectual de clase alta, que a pesar de sus opiniones prestaba su casa para nuestros encuentros y traducía artículos del inglés de los grupos gays norteamericanos. Toda una contradicción.

Por otro lado, la referencia de Sebreli a Manuel Puig nos irrita. La publicación del periódico Homosexuales del FLH, se costeó, entre otras ayudas, con dinero suyo. Además colaboró con dinero para una campaña que hacíamos para los gays presos en la cárcel de Devoto”.

EL HORROR QUE YA VENIA Perón se está muriendo. Los “imberbes” de FAR y Montoneros presienten que la derecha que rodea al General extremará su violencia. El nuevo hombre fuerte, López Rega, ya diseña una estrategia de aniquilación a través de su milicia semiclandestina, la Triple A. Terror para la revolución armada, pero también para los intelectuales, los periodistas, los sindicalistas, incluso actores y hombres de letras como Puig. En la vida cotidiana, los policías concentran vigilancia y castigo en los jóvenes desprolijos y, como siempre, se esmeran en detectar al homosexual evidente.

En una “cartilla de seguridad”, la revista Somos explica cómo actuar en caso de ser detenido en la calle o en una de las frecuentes razzias en los lugares de encuentro.

Te hacían inclinar hacia adelante y te decian: abri el libro
en la pagina 7, se reían entre ellos y te miraban el orto, te
toqueteaban y te lo hurgueteaban, argumentando después
de la vejación que ya se encontraba dilatado. Eso era
una prueba de que eras puto. Agacharse era una prueba!
Entre otras cosas, llama la atención el siguiente consejo: “Si amenazan con la prueba médica, uno debe en principio negarse a realizarla, pues no hay obligación de someterse a ella. En caso de que la ejecuten por la fuerza, no hay que asustarse, ya que es imposible probar nada por este medio, más allá de la presunción psicológica. Debe evitar agacharse espontáneamente durante la prueba, pues en eso consiste –para la absurda medicina forense– la presunción”. 

Una vez estaba haciendo tetera en el baño de la estación de Flores -cuenta Mariano- era estrategico por la forma en que estaba armado, siempre se veía entrar gente si es que lo hacía. Un día en un descuido, un flaco me tiraba la goma y yo dejé de vigilar, era 1977, entró un cana y luego otro, por suerte el pibe llego a meterse en el excusado y yo quede con el cana al lado que me miraba la chota y me preguntaba: ¿Podés mear con la pija al palo? Yo rezaba para que me saliera algo -no guasca- pero no. Les dí los últimos pesos que tenía y me dejaron ir, pero primero me hicieron el amague como de chuparles la pija y me manosearon el tujes. No se dieron cuenta que el otro pibe estaba en el baño, cuando se fueron le dije que saliera, estaba temblando y llorando, salió corriendo del baño y se fue. Era una época de mierda. Tenía 19 años. 
  
Tampoco había que dejar que te hurguetearan el ano, porque sino después de la vejación argumentaban que el mismo ya se encontraba dilatado, en muchos casos escribiendo sobre la espalda del detenido las letras AD que lo marcaban como "ANO DILATADO". En las revisaciones médicas de la colimba en esa misma época esto implicaba no hacerla, no era la gracia de nadie ya que quedabas exceptuado como ITS (Inútil para todo servicio) en la jerga militar que te marcaba el DNI en rojo (por edicto) en la parte de las anotaciones militares. Te estigmatizaban. 

En los funerales de Perón, Adelaida Gigli, una intelectual que militaba en el PC revolucionario, echaba sobre la cabeza de los manifestantes, desde el balcón de su casa, fundas de plástico de los discos, donde había escrito “Te quiero”, para que la gente se cubriera de la lluvia. Éste es el testimonio de Anabitarte y Ricardo Lorenzo Sanz:
“Adelaida servía té y mate a los manifestantes, y decía: Mañana nos moriremos todos. Pues presentía que se venía el horror, que se iban a desatar todas las cóleras, el crimen, el acabóse. Es necesario rescatar a Adelaida como uno de los personajes más curiosos y brillantes de aquella época. Había sido una de las creadoras de Contorno, la revista y el grupo que en su momento propuso todo un proyecto cultural de izquierda sartreana, que buscaba diferenciarse de Sur, y donde sobresalieron por ejemplo David Viñas –que fue su marido– y también en un principio Juan José Sebreli.

No era una militante política, aunque se moviese en el PC revolucionario, donde cuestionaba todo. No la soportaban, era demasiado creativa. Los montoneros le tenían miedo, porque podía darles vuelta cualquier argumentación; estaba fuera de su estructura mental. Así, Adelaida solía quejarse de que, cada vez que se concertaba un encuentro clandestino, la citaban en esquinas equivocadas.

Muchas de las reuniones del FLH las hacíamos en su casa, o a veces nos invitaba a sus fiestas, queeran fabulosas. Un día organizó una fiesta de disfraces en la que, decía, estaba disfrazada de teta. No había tenido tiempo de prepararse y sólo se le ocurrió sacar un pecho afuera del vestido, y así andaba por todos lados. A eso de las doce llegó un grupo de montos amigos de los hijos, que también militaban en la organización. Después nos enteramos de que venían de cometer un atentado, que habían dejado el coche estacionado en la puerta de casa y que estaban armados hasta los dientes. Ese tipo de episodios pasaban en casa de Adelaida. Escenas de la vida cotidiana que hoy suenan hasta cómicas”.

Adelaida presentía las cóleras que ya estaban, desde hacía años, contenidas en el aire político de la época. En ese contexto, la revista El Caudillo había echado al ruedo una advertencia a los homosexuales organizados. En una de las últimas ediciones de Somos, ya declarado el estado de sitio en la Argentina, el Frente de Liberación Homosexual escribe: “En tanto homosexualidad significa subversión en el marco de este sistema, sabemos que, como homosexuales, no tenemos nada que ver con este orden que ahora se impone mediante el exterminio. Nuestros intereses están, definitivamente, en otro bando”.