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Viudas: Así fue nuestro amor.

Me llamo Paulo 33 años, abogado, laburante de la ciudad, flaco tranqui, tatuado, que ha tenido la oportunidad de conocer el amor, aunque s...

Me llamo Paulo 33 años, abogado, laburante de la ciudad, flaco tranqui, tatuado, que ha tenido la oportunidad de conocer el amor, aunque sea breve y efímero.

Conocí a Alberto hace como dos años trabajando en un Ministerio, un hombre/chongo de unos 50 años, muy jovial, siempre bien vestido, preocupado por su imagen, pero con el que tuve buena onda de entrada. Nos bancábamos en el laburo, nos ayudábamos, en muchas oportunidades salíamos a comer juntos en horario de almuerzo, (estábamos en bandos contrarios ya que el era asistente jurídico de un tipo que se disputaba una jefatura conmigo, eso no importaba, nunca importó), yo me lo hubiera tranzado, pero el estaba casado y yo donde como no cago.

La cosa es que el año pasado empezaron con el ajuste, y es así que poco antes de las elecciones lo despidieron, le perdí el rastro, se fue y no dio más bola.
Hasta ahí la primera parte de la historia.


Fue un momento sereno
Desprendido del tiempo
Tu mirada de fuego
Encendida en mi mar...



Cierto día estaba por el centro y me tomo un taxi para volver a mi casa, llovía. El destino me lo trajo de nuevo, era Alberto ahora devenido tachero que primero se quedo medio duro, pero después fue tan jovial como siempre, el trayecto que duró el camino a Belgrano, donde vivo, fue riéndonos y recordando a gente densa del trabajo.

Cuando por fin llegamos a mi casa le ofrecí subir a tomar un café, se rió y me dijo: ¡pensé que no lo ibas a decir nunca! Me empecé a turbar, soy medio corto en el tema de encarar aunque el otro me caliente, subir en el ascensor fue medio complicado, mis pantalones empezaban a revelar una erección (me miraba y se reía como pensando en lo que iba a pasar, creo que mi cara sonrojada me delataba), pero todo se dio naturalmente cuando entramos a mi casa. Nos besamos en el recibidor, la ropa se nos voló del cuerpo, llegamos desnudos al dormitorio y el café lo tomamos después de coger, ya desinhibidos, cogimos nuevamente, dimos rienda suelta a todo.


Pasó lo que tenia que pasar, dijo que tendría que haber sucedido antes, pero que el tenía también la paranoia del trabajo. Cogía mejor de lo que me había imaginado, superó todo pronóstico. En una oportunidad me dijo que me quería, que el sexo que tiene/tenia conmigo lo revitalizaba, le abría una ventana a la vida y lo ayudaba a seguir con su matrimonio que se encontraba desgastado por la rutina y que uno de los ítems en que mas lo sentía era el sexo. Que su mujer era una buena mina, muy dedicada a la casa y los hijos, que él entendía.

De acabadas abundantes y siempre preocupado por darme placer nuestra vida en la cama se iba afianzando como nuestra relación, éramos auténticos amigarches. Le gustaba acabar dentro mío susurrándome: te quiero, no sabes como te voy a alimentar, ese era el umbral para estallar abundante y reiteradas veces. Yo imaginaba un mar blanco en mis entrañas y automáticamente empezaba a eyacular sin siquiera tocarme. Era fantástico.

Nos prestábamos ropa, alguna campera, nos cambiábamos calzones como una forma de llevar al otro cerca (en la piel) cuando teníamos que afrontar otro día laboral. Era nuestro secreto. Nos prestábamos plata si alguno tenía alguna incontingencia. Nunca NOS había pasado algo así.

Una casa infinita
Y un pedazo de gloria
Así fue nuestra historia
Así fue nuestro amor. 

Así empezamos a encontrarnos una o dos veces por semana, yo preparaba el dormitorio, con esencias, fanales y demás detalles porque aparte del sexo le quería brindar un lugar a donde volver y relajarse, todavía lo recuerdo en la cama arqueado, mientras le chupaba el culo, algo que según él solo yo le había hecho en la vida. Muchas veces me miraba con una mirada llena de amor, -creo que era amor-. En cuanto al rol, él siempre era activo, fue algo natural que ni siquiera hubo que hablarlo. Yo me esmeraba cuando lo mamaba y el cuando me penetraba y bombeaba.

Había veces que yo llegaba a casa de mi trabajo y ahí estaba… esperándome con masas, facturas y café bien cargado, humeante, con un toque de leche y una cucharada de azúcar, algo que había observado de mi, con su mirada profunda, azul, nunca le dije nada de mis gustos. Le gustaban mis milanesas. Todo un honor para mi, que soy un nabo en la cocina. (Adicto al delivery).

Así transcurría nuestra vida hasta hace poco, cuando súbitamente se cortaron los mensajes de whatsapp, primero pensé que estaba trabajando mucho, pero ni un mensaje diciendo: “te recuerdo”, lo deje porque pensaba que lo cargoseaba y no quería que saliera corriendo, mi autoestima, es un tema que estoy tratando en terapia.


Cuando había pasado una semana y media, me resuelvo a mandarle YO un mensaje; un tímido… “Hola”
Yo: Hola

Alberto: Quien sos?

Yo: Paulo…. ¿?

Alberto: NO soy Alberto, soy Graciela, su mujer…
A mi, para que negarlo se me paró el corazón!

Graciela: De donde lo conoces?

Paulo: Del ministerio, (fue lo único que aportó mi pobre imaginación…)
Graciela: Ah! Por favor llamame…
No sé porque temblaba, me imaginaba que la mujer había revisado su whatsapp y me iba a recitar un Rosario, porque era un adúltero y demás cosas, mientras tanto marcaba su número que sabía de memoria…

Graciela: ¡Hola! Mirá no sé como decirte esto… ¿Uds. eran muy amigos? –preguntaba suavemente- con una voz rasgada.

Paulo: Si, nos conocimos en el trabajo… había buena onda… (dije cauto).

Graciela: Él falleció la semana pasada.. (silencio)  no sabia de vos sino te hubiese avisado para el funeral. Fue un ataque cardíaco en la calle…
Cuando me avisaron ya había fallecido, (se le quebraba la voz).


Yo sentía un zumbido en mis oídos, me mareaba, me había quedado sin fuerzas era como si un piano de cola me hubiera caído encima, ahora lo veía desplazarse desnudo por mi casa, riéndose y tocándose el ganso, “la trompa le decía yo”, era muy bien dotado, estaba ahí al lado mío. Sin vernos durante ese tiempo, lo sentía cerca, ahora entendía porque. Sin saber porque le dije a su mujer si la podía ayudar…

Graciela: Gracias, estoy revisando sus cosas, separando ropa, yo tengo nenas, no sé que hacer con ella, estoy empezando a hacer tramites para cobrar un seguro, y buscando trabajo…

Paulo: Mirá, yo le debía un dinero y quería devolvérselo, me gustaría encontrarme con vos para dártelo, creo que te va venir bien… (Algo me urgía a ayudarla...)

Quedamos en vernos a los dos días y ahí estaba yo en su mundo, su casa, sus hijas que eran muy parecidas a él y con la VIUDA, la otra viuda, el se había ido y nos había dejado a ambos en un estado de duelo, árido, áspero y con un vacío que no sabíamos como llenar. Con la sin razón de la muerte. Veía fotos de sus vidas, fotos que yo no tenía, casamiento, luna de miel, nacimientos, bautismos, cumpleaños, salidas, un tiempo lejano, una casa infinita, otro pedazo de gloria, para llenar con todas las ilusiones de un matrimonio nuevo, ahora truncado.
A las hijas les caí bien de entrada, fue amor a primera vista, la más chica de unos 6 años vino directamente a sentarse arriba mío y se quedó dormida mientras hablaba con la madre. Graciela me contó de sus problemas, de lo que venía ahora, de la incertidumbre de la vida.

Le dí el dinero que supuestamente le debía –la mitad de mis ahorros- y quedamos en vernos…
Ya pasaron algunos meses y él se nos fue de repente, nos dejó partidos al medio, en el peor de los sentidos, pero sin saberlo nos unió. Ahora yo soy tío del corazón de dos chicas hermosas. Graciela es... ¿una amiga? Nos unió el dolor, creo que no sabe de mi, -solamente creo-, ella comparte conmigo la vida y los frutos que cosechó con Alberto y yo como puedo, las cuido. La he llevado al cementerio y nos sorprendió una ráfaga de aire fresco que nos envolvió, frente a su tumba, nos hizo reír –sin razón-.
Me convertí en su abogado, lo más doloroso fue empezar su sucesión, porque para mi es como aceptar definitivamente que no va a volver. Es declararlo oficialmente muerto. Sé del amor a su familia y me parece que el me puso ahí por algo.

Sé que esta no es una relación normal, pero defínanme “normal”. Es una relación al fin, de las muchas que hay en este mundo. Tengo muchas veces -en mi trabajo- que asistir en situaciones como estas o peores, donde a alguien le arrebatan la vida de un tiro. No es este el caso, pero, nos lo han arrebatado al fin, con el tiempo me enteré que el médico de la emergencia dijo a Graciela, que no había sufrido porque fue un ataque cardíaco, súbito y masivo. Creo que en estos casos no es el muerto el que sufre, sino los vivos.

Me saca una carga de encima y reconforta, contarlo acá, es la primera vez que cuento todo, en este lugar, por más bizarro que parezca mí relato y por todas las veces que nos quedamos en la cama, después de garchar, mirando las notas y fotos “de la pagina de los baños”. Éramos fanas de la pagina, de hecho, como en otras cosas el me la enseño a mi, (ante mi sorpresa). ¡Gracias por el espacio!


Si hiciste las cosas mal en tu pasado, puede que estés en el presente preocupándote por que en el futuro vivirás arrepentido de ese pasado. ¡No pienses, vive! ¡La vida es tan corta!