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Las adicciones sexuales y el vacío existencial

Por Ale K  | Suele creerse (y en la esfera sexual la mayoría de las personas nos manejamos con creencias ), que aquellos que llevan una ...

Por Ale K | Suele creerse (y en la esfera sexual la mayoría de las personas nos manejamos con creencias), que aquellos que llevan una vida sexual sumamente activa están más ligados al placer que el resto de los mortales.
La urgencia de las personas por querer compartir no es nueva. También es un mecanismo adictivo. Este comportamiento lo que hace es evidenciar el intrínseco deseo humano de querer vincularse con los otros. Por lo tanto, quizás podríamos decir que este “problema” no es responsabilidad del fenómeno digital en sí mismo, sino más bien que la incidencia de lo digital está más relacionada con el tipo de información que compartimos y a quién permitimos acceder a ella. Nadie escapa, ni ilustres desconocidos, ni los mediáticos como "Luciano Castro".
Nos encontramos aquí con un primer problema, cómo medir ese “sumamente”. ¿Cuál es el límite entre lo habitual y lo exagerado? Según la época histórica o el grupo social considerado, la frecuencia en que una persona desea sexualmente puede ser visto como habitual o fuera de lo normal. La práctica usual de diversas actitudes sexuales (masturbación, acoso, infidelidad, etc.) no implican necesariamente adicción al sexo.

Para considerar que una conducta sexual es adictiva existen otros parámetros a tener en cuenta:


  • El grado real de satisfacción de la persona en cuestión.
  • La capacidad de controlar sus deseos.
  • La posibilidad de mantener diversas vías de contacto con la vida cotidiana.

El vacío existencial que te llevas cuando salís de la #tetera o del #antro que se te ocurra es de profunda tristeza, aún cuando segundos antes de acabar uno cree que logró todo. Que alcanzó el máximo. Dura segundos. Al rato ya queres ir de nuevo. Es efímero.

La adicción se define por la compulsión de tener que desarrollar determinada acción, más allá de la propia voluntad. La compulsión es un mecanismo psicológico que se diferencia del dejarse llevar por los impulsos. El impulso nos habla de una vivencia placentera de la conducta realizada. La compulsión nos habla del displacer, de la imposición interna de hacer algo (comer, fumar, beber alcohol, tener encuentros sexuales, drogarse, etc.)

Esta conducta compulsiva es llevada adelante por el sujeto para calmar sentimientos negativos vividos como intolerables (ansiedad, angustia, miedo, baja autoestima, vacío, soledad, etc.) La compulsión sexual puede manifestarse de diversas maneras en el individuo: masturbación, acoso, búsqueda constante de un compañero sexual, llevado a cabo con tal intensidad que en ella puede leerse la desesperación por la descarga.

La sexualidad es una energía vital que nos acompaña durante toda la vida y nos impulsa hacia el crecimiento y el equilibrio interior, pero también puede convertirse en una droga que permita descargar o compensar esos sentimientos negativos.

La adicción sexual se observa más en los varones que en las mujeres. Pareciera que existe una explicación filogenética, en relación a que desde los mandatos de la naturaleza, el macho debe impregnar la mayor cantidad de hembras posibles para asegurar la continuidad de la especie. En cambio, la hembra humana sólo puede procrear un hijo por año y debe ocuparse de cuidar a la cría.

Así mismo, desde los mandatos culturales y aún considerando los avances en este sentido hacia finales del milenio pasado, el varón tiene permiso para intercambiar sexualmente con un gran número de compañer@s sexuales; eso lo hace “más hombre”. En cambio, en diversos ámbitos continúa considerándose que la mujer debe ser más selectiva y cuidadosa.

Dentro de la infidelidad podemos considerar diferentes vertientes. Desde la situación ocasional casi extraordinaria, hasta la búsqueda permanente de parejas externas, algo así como que lo habitual en esos casos es que la pareja esté siempre conformada por lo menos por tres (aunque uno no lo sepa). En estos casos se linda con la promiscuidad.

La adicción sexual y la promiscuidad suelen ir de la mano. No hay selección, no hay real deseo, sólo hay necesidad de acallar un grito interno y cualquier cuerpo viene bien, por lo menos por un tiempo la persona cree estar en paz, hasta que el grito comienza nuevamente.

Los adictos sexuales, sufrieron situaciones sexuales traumáticas en los primeros ocho años de vida (abuso, maltrato, represión severa, hiperestimulación, etc.) En estos casos, la conformación del mapa erótico personal puede oscilar entre la hiposexualidad (generalmente encontrada en las mujeres) y la hipersexualidad (generalmente efectuada por los varones). Avalada por los mandatos sociales.

Puede suceder que la adicción sexual surja sólo en determinados momentos de la vida como respuesta a una crisis personal, por ejemplo, después de un divorcio, la persona necesita asegurarse de que aún continúa siendo deseable, eso suele llevarla a conductas sexuales irreflexivas. A diferencia de la adicción como constituyente de la estructura de la personalidad, estas personas, una vez superada la crisis retoman una vida sexual selectiva y “moderada”.

En síntesis, el adicto al sexo no siente placer con sus conductas, no puede controlarlas, está dominado internamente y le resulta muy difícil conectarse con otros intereses que puedan ser armónicos y productivos para sí mismo.