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Los putos machistas. Activos vs. pasivos

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Algo muy habitual -tanto en las charlas con amigos como en las redes sociales- es observar cómo entre los gays también se dan situaciones en las que nos discriminamos entre nosotros, consciente o inconscientemente.

Muchas veces he escuchado aquello de: “¡ah, qué lástima es un pasivo!” o “¡qué pasivo es este!”.

Éstas expresiones, que suenan peyorativas, despectivas e incluso llenas de prejuicios, son muy frecuentes entre los propios hombres homosexuales. Y por supuesto, se usan para menospreciar.

Pero, ¿por qué resulta malo lo de ser “pasivo”?, ¿por qué es tan degradante serlo? Al hacerlo, en la práctica, se está dando por hecho que, en una relación entre dos personas, hay una “superioridad” por parte de aquel que es ‘activo’ frente al otro que es ‘pasivo’.

De esta forma, en realidad, lo que se hace es reproducir un estereotipo binario de género (que suele definir a una pareja formada por un hombre y una mujer) en el que debe quedar muy claro qué es lo masculino y qué es lo femenino. De esta forma, la figura del ‘gay pasivo’ se asociaría a lo delicado, frágil, menudo, voz afeminada, delgado, etc. Y la figura del ‘gay activo’ lo haría con el estándar de ser alto, sano, tener una voz fuerte, llevar barba espesa…. es decir, “ser un hombre de verdad”.

Pero, ¿por qué pasa esto? Vivimos en una sociedad donde el machismo y la misoginia son, no sólo comunes, sino vistas como conductas deseables: desde pequeños, e incluso en el interior de la familia, nos enseñan que los niños no lloran, que el rosa es de niñas y que mostrar cualquier rasgo de debilidad nos vuelve “femeninos” y por consiguiente, inferiores. Aunque seamos gays, nos crían con el chip de que debemos ser buenos machos y cuando crecemos arrastramos una bola de juicios y prejuicios difíciles de erradicar.

Hay un pensamiento que se repite muchas veces cuando vemos una pareja de dos hombres; imaginar que uno de ellos juega un papel “femenino” en todos los sentidos, incluso en la cama, pero sobretodo, en la penetración. Por supuesto que hay parejas que en realidad toman estos roles. Pero hay otras, en las que no hay preferencias rígidas y donde todo depende del gusto de cada uno en el momento. Por no hablar de las parejas donde no se produce ningún tipo de penetración. La sociedad de una manera u otra nos enseña que el sexo debe tener lugar entre alguien más masculino y alguien femenino, que alguien penetra y otro es penetrado, y no al revés. Escapar de esta dualidad no es nada fácil.

Sin embargo, la curiosidad acerca de lo que dos hombres hacen en la cama es bastante grande. Un “hombre de verdad” nunca puede ser dominado y/o penetrado por otro hombre.Este pensamiento sexista, tiene sus orígenes en la antigua Grecia, donde ser dominado era algo único, reservado a las mujeres, como seres inferiores y subordinadas a los hombres. La dominación sexual de un hombre, entonces, sigue siendo algo inconcebible. El problema surge , para mí, a día de hoy, cuando se asume esa idea y que cuando se está en la cama con otro chico, dé miedo ser pasivo porque “yo soy hombre. ¿Qué pensarán de mí los demás si se enteran?”.

El punto más importante de todo esto es que ser activo o pasivo no nos hace ni más ni menos gay. Estas influencias sociales, machistas y encerradas en la dualidad masculino/femenino a menudo nos confunden y terminan limitando nuestras relaciones. Tener prácticas sexuales que rompen con esta dinámica un primer paso contra la homofobia interiorizada generalizada.



Recordemos que, tal y como nos han educado, cuanto un hombre más se parezca a una mujer, menos valor tendrá.Entonces, un pasivo, está en los peldaños más bajos de la ‘cadena alimenticia’ gay. ‘Pasivo’ y otros adjetivos funcionan como los insultos preferidos por aquéllos que ven en lo femenino algo digno de burla. Aunque claro, muchas veces estos mismos términos se usan para bromear entre amigos y entonces son como balas de salva. Es entonces cuando se llega al espinoso asunto: ¿hasta dónde se puede bromear con estas palabras que pueden resultar altamente discriminatorias? A veces no es fácil distinguir la frontera entre el chiste y el insulto.