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El chico del pelo raro

Todos somos un bricolage, armados con chapitas, alambres, pedazos de tela y brillantina Me acordé del pibito que conocí hace un par de ...

Todos somos un bricolage, armados con chapitas,
alambres, pedazos de tela y brillantina

Me acordé del pibito que conocí hace un par de meses. Habíamos chateado varias veces, yo lo había agregado al msn, pero como vivía en zona oeste y raramente venía a capital, nunca coincidíamos. Al final un día mandó un mensajito diciendo que estaba en el shopping y nos encontramos en la puerta. Era igual a las fotos: esos pendejos muy pendejos pero que tienen injertada una cara de grandes: tienen algo de marioneta o de trofeo. Tiene 22 años. Como casi nunca tengo historias con pendejos me olvido que es pendejo, y de pronto hay algo que me lo recuerda: la suavidad de su mejilla cuando lo saludé con un beso, los pasitos medio Dánica Dorada, después la torpeza de un beso, como aprendido mirando películas, después los Bob Esponjas de su boxer suelto. Se me escapó un “ah, esta parte no es de pendejo”, cuando le vi la pija grande y al palo. Cogimos bien. O mejor dicho fue como meterte en el mar haciéndote el canchero y que de pronto venga una ola y te dejo tirado y con el short en las rodillas.

Charlamos after cogida. Es cantante, me mostró videítos en youtube, me contó de su pasión por el canto lírico y las comedias musicales. De nuevo se me cruzó la idea del injerto: esta vez no de su cabeza de señor encajada en su cuerpo de nenito, sino su voz, gruesa y potente, conviviendo con el boxer de Bob Esponja. Me acordé de cuando veía Fama y quería ser Bruno o Leroy, porque este chico era así, quería “triunfar” y yo nunca cogí con nadie que hablara así. La moral de tomar clases, de hacer castings, de festejar que Pepito Cibrián te seleccione, de cantar en bares o restaurants, un poco de pop y algunas arias, lo que venga, con una voz que viene de otro lado, que sale de este Chirolita pero sin un Chasman visible.

Se fue a limpiar al baño y desde ahí, con la puerta entornada, me preguntó si se podía duchar. Dije que sí, le llevé una toalla y me metí al baño con él. Abrí la ducha, lo invité a que entrara conmigo y vino, lo abracé, nos besamos con el agua en la cara y pegando contra los ojos. Es lindo besar así, mientras te cae el agua, porque el olor no está, está el tacto y el espacio se encoge y chorrea. Pero el pibe no se metía abajo de la ducha, se tiraba para atrás, hasta que me aparté y lo miré con cara de “¿qué onda?”. Me dijo: “Estoy haciendo un tratamiento porque se me cae el pelo y no me lo puedo mojar.”

Todos somos un bricolage, armados con chapitas, alambres, pedazos de tela y brillantina, hablamos con voces que no son nuestras y nos bamboleamos borrachos en la cubierta de un buquebús que se viene a pique. Somos Benjamines Buttons que se ponen viejos y nuevos al mismo tiempo, bardeados por el destino o Pepito Cibrián, y los cachos van a distinta velocidad: Bob Esponja y Puccini y cuando bajo para abrirle la puerta me pregunta si por favor puede volver a entrar, porque se está haciendo pis otra vez y cogemos de nuevo.

Christian Rodriguez extraído de Puto y aparte