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Aquella noche salvaje

Ordenó haciéndome tragar su miembro logrando que casi me ahogase. Con una mano me agarró los brazos sujetándolos por la rodilla. Entonc...


Ordenó haciéndome tragar su miembro logrando que casi me ahogase.
Con una mano me agarró los brazos sujetándolos por la rodilla.
Entonces sentí dos manos retirando la braguita mojada
y abriendo los cachetes de mi culo.

Como en todas las residencias de estudiantes donde he estado, los meses de octubre y noviembre son los meses de las novatadas. Son los días de infamia, cuando el acoso y la humillación hacia los recién llegados son lo habitual. Puede variar de unos a otros tanto como la voluntad del director para controlarlas. He conocido las más variopintas y degradantes novatadas después de pasar la mayor parte de mis años de estudiantes en ellas por culpa del trabajo de mis padres. Pero la experiencia que me marcaría de por vida sería la de mi primer año en la universidad…

Fue al finalizar el mes de octubre. Era sábado noche y se celebraba una fiesta en la que a todos los novatos nos hicieron vestir como doncellas, con vestidos negros con falditas muy cortas, con medias blancas, braguitas blancas, liguero, delantal, peluca, cofia, pendientes y zapatos o sandalias de tacón que Dios sabe de dónde sacaron. Incluso unas chicas nos maquillaron antes de empezar la fiesta.

Nosotros teníamos que ir sirviendo las bebidas paseándonos entre los veteranos. El alcohol corría allí en generosas cantidades y en menos de una hora, la mayor parte de los asistentes ya llevaban una generosa cantidad en sus cuerpos. En ese estado, no tardaron en empezar a tratarnos como si fuéramos chicas. Nos soltaban obscenos piropos, nos tocaban sin disimulo el culo, nos invitaban con descaro a que probásemos su sexo… a veces acorralaban a uno o dos entre varios y les manoseaban de una manera muy lasciva. Según iba aumentando el alcohol ingerido las cosas iban a más. Los que habían quedado como vigilantes a cargo del director se las veían y deseaban para impedir que las cosas fueran a mayores… Cuando los más atrevidos intentaron desnudar a uno de los novatos, dieron por concluida la fiesta… En esos momentos, mis compañeros de habitación me cogieron por los brazos y me sacaron de la fiesta sin que los vigilantes se dieran cuenta.

Eran tres los que compartíamos habitación en la residencia, una de las últimas del pasillo, junto a la salida de incendios. El más veterano era Tony, un estudiante de quinto de derecho, metro ochenta y pico, moreno, típico deportista aficionado, afamado mujeriego de fin de semana, metrosexual descarado…Era el líder.

Y luego estaba Joey, estudiaba tercero de Educación Física. Era más o menos de mi estatura (metro setenta y dos) pero lucía un cuerpo trabajado en gimnasio y sin esteroides,  totalmente depilado, bronceado de rayos UVA, con varios tatuajes en brazos y espalda, con una cara de matón y una pose desafiante que junto a su desastrosa manera de vestir le hacía parecer el típico matón pandillero.

Una vez dentro del dormitorio cerraron la puerta con el pestillo, bajaron la persiana y me colocaron en el centro de la habitación:

- Baila para nosotros.- Ordenó Tony sonriendo claramente achispado.

- ¿Qué bailo? – me abracé con fuerza para disimular el miedo y los nervios.

- Lo que sea. Pero muévete como si fueras una tía en una discoteca.

- Espera.

Interrumpió Joey sonriendo con malicia embotada por el alcohol, sacó con torpeza de su armario el MP3 con los altavoces, lo encendió e hizo que sonara la típica música disco que atronaba en cualquier discoteca del momento.

- Baila. – Ordenó orgulloso.

Al verlos asentir con la cabeza comencé a moverme intentando imitar a lo que ellos querían pero de un modo más suave.

Las miradas con que me devoraban me recordaban a las de unos drogadictos frente a la dosis que van a meterse. Sólo les faltaba que se les cayera la baba. Joey no disimula como se frotaba la abultada entrepierna del pantalón, algo que también se intuía en Tony.

- Muévete más sexy. Baila como lo hacen las putillas en la barra. – Reclamó Joey con voz pastosa.

- Sí, como una bailarina de striptease. – Añadió Tony feliz por su idea.

- Sí. Haznos un striptease…- De nuevo Joey guiñándole el ojo a su compañero.

Suspiré y me puse a rezar esperando que el alcohol, la música y el aburrimiento les terminaran por adormecer… Pero no fue eso lo que ocurrió. Por más que intentaba no ser excitante lo único que logré fue que Joey se sacara su hinchado pollón del pantalón (más tarde lo mediría ¡¡ 26 centímetros de larga y 23 de contorno!!) y comenzara a pajearse delante de todos. No tardó Tony en imitarle. La suya era algo más pequeña (21 centímetros) y casi la mitad de gruesa que Joel; pero ya estaba totalmente tiesa cuando la sacó.

Como mi actuación parecía demasiado timorata y poco excitante para lo que quería, en un arrebato Joey se puso en pie, me agarró por el cuello y me puso de rodillas. Su mensaje fue muy claro cuando plantó mi cara frente a su hinchado pollón.

- Venga. Chúpamela, guarra.

Vale, tenía la polla tiesa bajo las braguitas. Estaba aterrado y a la vez más excitado de lo que podía recordar. Sabiendo que Joey iba muy en serio, que el otro me miraba ansioso casi babeando ante lo que tenían previsto hacer, y que ninguno iba en broma… Simplemente obedecí.

Comencé a deslizar la lengua por el duro y caliente miembro. El capullo estaba rojo, hinchado y húmedo. Procuraba dejar un leve rastro de saliva que parecía excitar al dueño. De reojo podía verle como me miraba embobado, boqueando como un pez fuera del agua. Cuando me obligó a tragarla cogiéndome por el pelo y empujando… Casi se corre, y eso que apenas llegué a una cuarta parte de su longitud.

Cuando por fin me soltó y pude sacar el pene de mi boca, me encontré otro más a mi lado derecho. Era una larga flauta esbelta casi sin venas ni nervios.

- No te cortes. A mí también me apetece.- La ofreció Tony.

Abandoné la de Joey sustituyendo la boca por la mano y comencé a realizar la misma tarea en la recién llegada. Primero una capa de saliva y cuando ya estaba bien cubierta la rodeaba con la mano para acariciarla. La boca saltaba de un capullo a otro, usando la lengua para entreabrir la boca que los corona y provocar espasmos a los dos “machotes”… En menos de cinco minutos Joey apretó los ojos me agarró la cabeza con las dos manos y me hundió su polla hasta la garganta casi asfixiándome. Entonces explotó.

Un chorro de lefa penetró con fuerza casi ahogándome. Parte lo tragué como pude, parte se escapó al desbordarse la boca y parte logró escapar  por la nariz. Y eso fue con los dos primeros chorros. Para cuando acabó mi boca rebosaba de su caliente leche mientras el sonreía como un idiota.

- Trágatela.

Al verme dudar, su voz tomó un tono más duro.

- Trágatela.

Cerré los labios y haciendo un esfuerzo tragué aquel inmenso mana. Le sentí como se deslizaba hasta llegar al estómago… Estaba horrorizado por lo que estaba haciendo, pero me dolía la polla de lo hinchada que la tenía. Nunca me había sentido tan humillado y excitado como en ese momento. Sólo deseaba que me dejasen unos segundos de intimidad para poder correrme…

Exploté como si fuera la primera y última vez. Las piernas me fallaron y caí de rodillas.
Sólo la fuerza de Joey impidió que me desplomara sobre el suelo. Me tenía bien cogido del cuello.


Joey se levantó dejándome a solas con Tony. Éste no parecía tener prisa como Joey y saboreaba cada caricia que le ofrecía. Disfrutaba cuando rodeaba su capullo y le encantaba cuando con el dedo presionaba más allá de sus testículos. También empezaba a gustarme aquello. Ya no sólo era la polla quien me lo decía. Mi cuerpo empezaba a sentirlo libre de tensión, cada recorrido de la lengua era un cosquilleo en la columna, cada beso en la punta de aquel miembro era un hormigueo cabalgando por mi sangre…

No sé cuanto tiempo pasó… Pero cuando por fin Tony explotó lo hizo en la cara, cubriéndome con chorros calientes desde las cejas hasta la barbilla y lo que se deslizó mezclado con mi saliva hasta el pecho.

- Ven al baño. Hay que limpiarte…

Ordenó Tony poniéndome en pie con delicadeza.

- Deja, ya le limpio yo.

Me arrebato Joey apresando mi brazo derecha con fuerza, haciéndome daño. Tony se encogió de hombros y cruzando los brazos se quedó mirando desde la puerta. Sin decir nada, en silencio, obedecí. Con la mirada cabizbaja le seguí hasta el interior del aseo del dormitorio. Me llevó al lavabo y comenzó a limpiarme primero con agua y luego con jabón. No era muy delicado pero no me atreví a decirle que prefería ser yo mismo quien me limpiara. Seguía sintiendo mi polla tiesa, saltando ansiosa todavía por el recuerdo fresco del sexo en el que había participado. Por un momento me pareció que el matón de Joey tenía algo de delicadeza. Entonces sentí una mano suya deslizándose al final de mi espalda y un dedo penetrando sin mucha delicadeza en mi ano.

Como movido por un resorte me fui a ponerme erguido pero la mano libre de él me agarró por el cuello.

- Chisss. Tranquilo…

Su voz sonaba alegre, como si aquello fuera divertido. Sentí un inmenso alivio cuando su dedo me abandonó. No me había hecho daño, pero era como si hubiera penetrado en un territorio prohibido. Pude ver como sacaba más jabón líquido y su mano desaparecía de mi vista.

- No.

Me revolví aunque sin mucha fuerza.

- Quieto.

Ordenó clavando sus dedos en mi cuello logrando que las fuerzas de mis piernas flaqueasen. Esta vez fueron dos. Le costó introducirlos el tiempo en que tardó en hacer fuerza bruta. Ahogué un grito al morderme los labios. Todos los músculos de mi cuerpo parecían estremecerse ante aquella irrupción violenta. Podía sentir perfectamente como los movía arriba y abajo dentro de mí y al sacarlos no pude evitarlo… Exploté como si fuera la primera y última vez. Las piernas me fallaron y caí de rodillas. Sólo la fuerza de Joey impidió que me desplomara sobre el suelo. Me tenía bien cogido del cuello.

- ¿Te ha gustado putita? Pues ya verás cuando te meta mi polla. Vas a parecer un pozo de petróleo.

Se mofó Joey clavándome tres dedos en la puerta de mi culo y luchando por entrar.

- No… Por favor… Basta… -Supliqué llorando de impotencia, temblando por el miedo pero con mi polla aun dolorosamente dura como una roca.

- Calla.

Gritó taladrándome casi al límite mi culo. Apenas había logrado meter la punta de los dedos pero me parecía como si me estuvieran abriéndome de dentro hacia fuera. Sólo la fuerza con que me sujetaba impedía que saliera corriendo. Mi espalda amenazaba con partirse en dos, mis dedos apretaban la loza del lavabo como si fuera él último cable que me librara de caer en el infierno…

- Es demasiado estrecho para ese pollón que tienes…

Habló Tony desde la puerta. Su postura con los brazos cruzados delante del pecho, parecía indolente, como si lo que estaba sucediendo no estuviera relacionado con él. Su polla se alzaba casi perpendicular, brillante por la saliva, desafiante…

- Joder. Necesito follar… Mira como estoy.

Señaló su hinchado miembro, todo repleto de venas y nervios sobresaliendo bajo la piel, que parecía a punto de explotar.

- Si ahora le intentas follar seguro que acaba en un hospital. Lo mejor es que te la vuelva a chupar.

Lo hablaban con una tranquilidad asombrosa, como si yo no contase para nada.

- Prueba tú, que la tienes más fina… - Fui a quejarme, pero Joey me alzó la cara hasta tenerme frente a sus ojos.- Y tú ni una palabra o te reviento la cara a hostias.

Me sacó del aseo y me arrojó sobre la primera cama que encontró. Se sentó a mi lado, me arrancó la peluca y la arrojó a una esquina. Luego me cogió la cabeza entre sus dos manos y me colocó entre sus piernas.

- Empieza.

Ordenó haciéndome tragar su miembro logrando que casi me ahogase. Con una mano me agarró los brazos sujetándolos por la rodilla. Entonces sentí dos manos retirando la braguita mojada y abriendo los cachetes de mi culo. Intenté revolverme pero sólo logré que Joey me retorciera aun más los brazos y me hundiese más dentro su miembro.

Sentí dos dedos de Tony lubricando el agujero con delicadeza y constancia. En esos momentos estaba aterrado. Pero el miedo no me impedía cumplir lo que me pedía Joey. Sabía que estaba disfrutando de mi boca y de mi lengua. La saliva que se me escapa caía hasta sus testículos y empapaban las piernas hasta llegar al suelo.

Fueron varias pasadas con lubricante las que hizo Tony antes de lanzarse a desvirgar mi culo. Lo hizo con delicadeza. Pude sentir como colocaba la punta y empezaba a presionar. Esta vez era algo diferente, como si algo aislara mi piel de la de él. Algo que hacía que el lubricante funcionara mejor  y se deslizara con más facilidad. Fue entrando despacio y con suavidad, invadiendo con solemnidad mi cuerpo y logrando que de nuevo una salvaje excitación desconocida poseyera mi cuerpo. Estuve a punto de correrse cuando su cuerpo topó con el mío y ya no pudo entrar más. Jadeaba clavando las uñas en la tela de la cama.

Sin prisas se retiró y volvió a entrar un par de veces. Enloquecido por lo que sentía me dediqué como un poseso a realizar la mejor mamada que jamás hubiera conocido Joey. Cuando por fin explotó de nuevo, no tuve escrúpulos y tragué todo lo que pude. Me sentía como un poseso. Cuando terminó, sus manos me soltaron. Entonces Tony me rodeó con sus brazos la cintura a la vez que me la clavaba hasta el fondo. Entonces noté que me alzaba con él.

Me levantó sin dejar que su polla se retirara un milímetro de mi culo, y cuando se sentó en la cama dejó que mi peso me hundiera aun más si eso era posible. Sin poder evitarlo exploté de nuevo sintiendo una mezcla de dolor y placer que me hacía sentir como drogado, cerca del paraíso…

Podía oír como a lo lejos las risotadas y comentarios de Joey… No me importaba. Sin fuerza alguna me dejé manipular como un títere. Era consciente de cómo me tumbaba bocabajo sobre la cama y terminaba de follarme… Y cuando supe por sus movimientos que Tony se corrió, no sentí nada llenando mi culo. Sólo una sensación de vacío después del placer. Un vacío más grande cuando se retiró.

Medio atontado giré la cabeza y pude ver la causa de tan extraña sensación. Con cuidado se sacaba de su polla  el condón que había usado como protección, lo hacía un  nudo y entraba en el aseo supongo que para tirarlo.

- Deberíamos limpiarle un poco.

Sugirió desde el interior del aseo.

Murmurando algo que no entendí, Joey me cogió por la cintura. Con poca delicadeza me quitó la ropa que aun llevaba y me llevó hasta la ducha donde ya estaba Tony regulando el agua.

- ¿Para ti o para mí? – Preguntó como si sonriera.

- ¿Por qué no los dos?

Contestó Tony cogiéndome debajo de los brazos y ayudándome a entrar.

- Un poco justos. – No parecía gustarle a Joey.

- Mejor ¿No?

- Bah. ¡Qué demonios!

Y en tan estrecho habitáculo, con la mampara cerrada y el agua caliente cayendo, con un servidor en medio de dos cuerpos, dejándome enjabonar y frotar como si fuera un muñeco, con dos pollas tiesas pegadas a mi piel. Una contra mis riñones y otra por encima del ombligo… Atontado por todo lo sucedido tanto mental como físicamente, no fui consciente de lo que me estaba ocurriendo. De nuevo sentí que algo se colocaba contra mi recién abierto ano y presionaba. No hice esfuerzo alguno por detenerlo. Sabía lo doloroso que podía significar oponerse a aquello que quiere entrar. Hice lo posible por relajarme y dejar que entrara… Pero aquello parecía inmenso. Demasiado grande. Comencé a jadear, necesitaba el agua contra la cara para no gritar, la otra polla subía y bajaba contra mi cuerpo mientras alguien me levantaba cogiéndome por debajo de los cachetes del culo ayudando a hacer más fácil la penetración.

Cuando creí que ya no podría contener los gritos que sujetaban mis apretados dientes, sentí que unos labios se fundían con los míos. La sorpresa me hizo abrir la boca y antes de poder reaccionar tenía una lengua abrazando a la mía y recorriendo mi paladar. Era una desconcertante mezcla de dolor y placer. Me estaban destrozando el culo, pero el resto de mi cuerpo estaba excitado por el pedazo de carne caliente que acariciaba mi torso, y por el placer que me ofrecía aquel sorprendente beso.

No sé cuanto duró la tortura. Sólo se que en un momento dado oí un gruñido a mi espalda a la vez que unos dientes de clavaban en el punto donde cuello y hombro se une. Por tercera vez en aquella noche disfruté de un orgasmo que no se me olvidará. Agónico, salvaje y explosivo. Como si me consumiese la vida con cada segundo de gozo… Luego las fuerzas me abandonaron y me desvanecí… O eso me contarían más tarde.

Sólo recuerdo despertarme bien entrada la mañana, dentro de mi cama, desnudo, agotado, con el cuerpo dolorido en múltiples sitios y en especial el culo que le sentía en carne viva. Por un segundo me sentí humillado y usado como un vulgar objeto, luego reflexioné sobre todo lo que recordaba y descubrí que también había disfrutado en ciertos momentos…

- Tal vez con un poco más de delicadeza, tiempo y práctica… -Pensé para mí.

Una mano furtiva se deslizó por mis testículos y acarició mi hinchado pene. Luego, junto a mi oído alguien me susurro con un tono sensual:

- Buenos días, guapa. ¿Has gozado de la noche?

Me giré todavía algo atontado por el sueño mientras sentía como me crecía mi sexo. Una boca se fundió con la mía en un beso perezoso pero carnal. No tardé en reconocer esa voz. Era Tony.

- Aun no has disfrutado ni una décima parte de lo que vas a gozar…

Un roce fugaz de su dedo rodeando mi ano me despertó. Su boca me abandonó y entonces pude verle mejor… Desnudo, frente a mí, con su polla rígida apuntando a mi rostro. Sonreí, me puse de rodillas para que mi culo no soportase peso, y comencé a realizarle una mamada por propia voluntad. Había descubierto que me gustaba el sexo…

Alfredo B. Mundo