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Mi primer "baño".

No era que me hubiera dado asco lo que veía, si no que era la primera vez que veía una pija enorme Eran tiempos difíciles. Mi novia...

No era que me hubiera dado asco lo que veía,
si no que era la primera vez que veía una pija enorme
Eran tiempos difíciles. Mi novia acababa de abandonarme un mes antes de casarnos, a pesar de tener apenas 20 años. Necesité iniciar mi primera terapia, más para resolver si me gustaba o no la pija que para reponerme de ese abandono. La psicóloga atendía a 2 cuadras del “Shopping Spinetto" y esto ocurría en tiempos de su inauguración.

Bajaba del 103 en Av. Belgrano y caminaba hacia Irigoyen, previa parada en el Shopping ya que siempre fui de "cuerito flojo". En el segundo piso sobre la calle Moreno me encontré por primera vez con el mundo de "los baños".

Era un baño inmenso (después los reformaron, de hecho fue para que no se armara tanta joda), los mingitorios quedaban separados de los lavabos, estaban en la parte trasera del baño y eran como 15 juntos. No había nadie. Me paré enfrente de uno, meé, y me quedé pensando no se qué cosa, pero un tiempo largo, mientras rebatía lentamente el prepu en pro de eliminar las gotas restantes pero perdido en mis pensamientos lo que hizo que al volver en mí me encontrara en una insipiente paja con una verga gomosa pero de venas ingurgitadas y cabeza lisa, rosada y proporcional al cuerpo de esa pija que finalizada mi adolescencia era propiamente una gran verga hecha y derecha.

Pero estaba solo.

Continué ya despierto mi paja con miedo, pero iniciada ya no podía parar, hasta que entró el mismo tipo al que le había preguntado 10 minutos antes dónde quedaba el baño. Me miró a los ojos. Esbozó una sonrisa que me hizo irisar. Metió la mano en su bragueta con una profundidad que me pareció exagerada hasta que sacó un pedazo de carne de aspecto pecetoide que me pareció le llegaba literalmente hasta las rodillas.

La ola adrenalínica que me invadió hizo que mis piernas empezaran a temblar incontrolablemente. Mi corazón latía hasta el dolor, y hasta recuerdo una sensación de desasosiego que casi me hace vomitar. No era que me hubiera dado asco lo que veía, si no que era la primera vez que veía una pija enorme, a medio parar, que no fuera la mía o la que estaba acostumbrado a ver en algún que otro vestuario después de una pileta o un partido de fútbol (pijas de heteros, chicas, dormidas, metidas entre una jungla de pelos desordenados).

Esto era realmente caliente. Abrasador.

El flaco obviamente percibió mi estado por lo que empezó a pajearse de una manera morbosa, evidente, desprejuiciada, como dueño del lugar. Era tan grande que debió dar dos pasos para atrás para que no se escondiera dentro del mingitorio.

Sentí sin ser exagerado que mi orto se dilataba hasta alcanzar el diámetro de esa pija y mi chota dura como la cerámica que la acogía explotó casi ligeramente en una guascada digna de compararse con la primera meada matutina.

Me mojé íntegro. Transpiraba sangre.

No pude llegar a la sesión. Caminé desconcertado hacia Moreno. Tomé el 103, llegué a mi casa y dormí hasta la mañana siguiente.

Desde hace 21 años no dejo de recordar esa pija. Solo que hoy tengo la certeza de que su enormidad no era sino la enormidad de la excitación que provocó en mí esa experiencia.

Mi primer "baño".



AUTOMORBO, para "Nosotros y los baños"