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Divina decadencia, aquel viejo Baño Salud. El pasado del Energy Spa.

Por The Swan - Frente al Parque Centenario se erige un moderno Spa, Energy Spa. Bajo el nuevo nombre y las modernas instalaciones se...


Por The Swan - Frente al Parque Centenario se erige un moderno Spa, Energy Spa.


Bajo el nuevo nombre y las modernas instalaciones se esconde una historia, lejana, inalcanzable ya.
El cartel que veía en mi infancia al recorrer el Parque Centenario denominaba a la construcción austera de la esquina de la calle Bravard como Baño Salud, actualmente Energy Spa. Era un cartel blanco con letras azules.

Algunos pensaban que se trataba de un club, otros suponían que se trataba de un baño turco sobreviviente de otras épocas o acaso un lugar propio de una colectividad que tenía al baño de vapor entre sus prácticas habituales.

Entré por primera vez muchos años después de mi niñez, cuando ya era un adulto. Al principio mi ingreso se tiño de temor y mi salida del lugar no recordó más que placer.

Por un amigo me había enterado que era un lugar de encuentro para hombres, pero me había advertido, “el lugar en su momento debe haber estado bueno, pero ahora está hecho pomada” y así era.

El Baño Salud era la estampa de la decadencia, pero una decadencia divina, soñada.

Al llegar por primera vez, y el observar a unos pocos hombres salir del baño de vapor envueltos en sus toallas hacia la sala de calor seco me estremeció.

En la primera faltaban los azulejos, las baldosas de los pisos estaban coartadas, las duchas funcionaban a medias y el concepto de elegancia parecía haberse perdido por completo.

En el primer piso la cosa era aún más desalineada, el pasillo que llevaba a las salas de relax estaba casi a oscuras, algunos boxes estaban vacíos y otros repletos de sillas o muebles apiñados habían pasado a desempeñarse como depósitos.
Me cogí su verga con el orto un buen rato,
mientras el otro me la daba por la boca

Los salones de relax eran un sinfín de camas una al lado de la otra, con sabanas que los pasajeros habían usado durante el día y en las que aun con el olor de un extraño el nuevo pasajero debía enfrentarse.

La confitería con una barra en la que unas pocas bebidas se mostraban sin gracia estaba coronada por un juego de sillones del que era difícil definir el color, lo que en otra época era una joya de la mueblería moderna en ese momento era un sinfín de cuero raído y con colgajos.

Recorrí esa primera vez el lugar y quede maravillado, siempre me han gustado los lugares decadentes, los baños de antiguas estaciones, los recovecos en galerías céntricas, tienen esos espacios para mí una belleza especial.

Sin embargo al entrar era tarde para la propuesta que el lugar ofrecía. Los hombres se iban cambiando y a medida que eso pasaba quedaba yo como último pasajero.

Un empleado me advirtió que el lugar cerraría a las nueve de la noche, le pregunte si hasta esa hora podía quedarme y asintió.

Los empleados eran dos, uno de unos treinta y pico y otro que llegaba a los cuarenta, eran decididamente heterosexuales, chongos, ni lindos ni feos, pero chongos con todas las letras.

También estaba en la entrada un chino ya mayor que era el que recogía el dinero.


Se acercaban las nueve de la noche y los hombres empezaron a hacer la limpieza del lugar, me fascinaba que quede expuesto a la luz lo que hasta hace poco quedaba en penumbras.

Me dirigí a los salones de relax y el empleado más joven empezó a estirar las sabanas de las camas, me miro mientras lo hacía, yo continuaba con mi toalla en la cintura y le pregunte si no mandaban las sabanas a lavar, a lo que el empleado me respondió “no, si total para mañana toda la guasca se seca y nadie se da cuenta” y se sonrió La frase me éxito. Comencé a darle charla, le pregunte si había masajistas y me respondió que sí, pero que cumplían horario por la tarde.

El empleado se detuvo en sus tareas, me miro y me dijo “¿Vos buscas un masaje?. Debo confesar que me asuste, tal vez las cosas eran muy claras y ellos no soportaban ser confundidos con masajistas, pero rápidamente observe como el hombre se tocaba el bulto y eso disiparon las dudas y le conteste “Claro que busco un masaje o al menos una tirada de goma”, el hombre me explico que eso sería un trato a cambio de lo que eran unos pocos pesos para mí en ese entonces.



“Espera que le aviso a mi compañero para que no suba el chino, acá nos hacemos la pata entre los dos” , me aclaro.

Me quede esperando en la zona de la confitería tras una especie de biombo, el hombre volvió, le manoteé el bulto para darme cuenta que ya tenía la pija como un hierro, sin más le baje los pantalones y me metí su soberbia poronga en la boca. La chupe de todas las formas posibles, le pedí que se desnude, a lo cual se negó, luego de un tiempo de masturbarlo con la boca, el hombre aparto el choto y me dijo, “Bueno, le digo a mi compañero que suba?, yo no entendí que la cosa era tipo combo pero igual asentí. El hombre bajo y al rato subió su compañero que si bien no tenía la pija del anterior tenía unos huevos colosales. El tipo se bajó el pantalón y la mamada comenzó, una y otra vez, le saboreaba las bolas como si se tratara de un manjar, el tipo me empujaba la cabeza rítmicamente mientras me decía “chupa puto, chupa”.

Mi excitación era inmensa, pero al momento el tipo guardo la poronga y me dijo dio a entender que había acabado la función.

Estaba desconcertado, baje las escaleras, ya no quedaba nadie en el lugar y me dispuse a bañarme, los empleados hablaron con el chino y momentos después mientras yo ya me cambiaba se metieron al vestuario a desnudarse y dirigirse a las duchas. A los pocos segundos pareció el chino y me dijo “Sr, me voy, los empleados le abrirán la puerta”, “nosotros le abrimos” dijo uno de ellos.

Yo tardaba en cambiarme, me asome a las duchas y los mire de reojo, “te vas a quedar ahí ahora que se fue el chino, no querías que nos pongamos en bolas”. Me saque lo que me había empezado a poner de mi ropa y me abalance sobre las dos pijas, las comencé a chupar bajo la lluvia de las duchas, uno de ellos le propuso al otro destapar una cerveza del bar la cual accedí a invitarles, tome a cada uno de la poronga y mientras me metían mano en el culo subimos las escaleras, en la mitad de las mismas me detuve para chuparles la pija una vez más , uno me levanto y me apoyo contra la pared y se empezó a refregar el porongon en mi culo, el otro se reía.

¿Era un juego para ellos? ¿Cuál sería el final? Destaparon la cerveza y sentados sobre el sillón de cuero corroído me indicaron que los continúe mamando, las pijas ya ostentaban ese gusto previo a la leche. “¿Y vas a querer que te hagamos el culo?” preguntaron y asentí, pero les comunique que no tenía más plata ni para cervezas ni para nada, el más grande me dijo “no te preocupes, es gentileza de la casa”. Así pues me puse en cuclillas y me senté arriba de su poronga la cual la lubrico con un escupitajo sobre el preservativo que usaba, me cogí su verga con el orto un buen rato mientras el otro me la daba por la boca, la confitería de Baño Salud era testigo de cómo mis sueños se hacían realidad.

Me salí del primero y le dije al otro “Ahora me vas a coger vos?”, a lo que contesto que sí, pero que no sería en ese lugar.

Me pare y me apoye en la barra, los tipos se reían mientras me cogían un rato cada uno, ahí me di cuenta que no hacían eso solo por plata sino por placer, la plata era la excusa para dar rienda suelta a su morbo que era para mí beneficio más que abundante.

Las pijas me entraban por el culo sin que este oponga ninguna resistencia.

El hombre más joven me metió dos dedos en el orto y me dijo “vamos maricon ahora te quiero coger en el jacuzzi”, a los pocos minutos estaba con los codos apoyados en el borde del jacuzzi y recibiendo una cogida ejemplar, nunca antes se me había abierto tanto el orto, les comente.

Nuevamente se turnaban para cogerme y cada vez con más fuerza, una y otra vez. En un momento el agua del jacuzzi hizo que los preservativos se mojen y la lubricación escaseara. Nuevamente les empecé a chupar la pija desenfrenadamente, demandándoles su leche caliente. El más joven me hizo poner en cuatro y abrirme el orto con ambas manos, el otro lo alentaba mientras yo le chupaba la pija “dale llénale la puerta del culo de leche”. A los pocos segundos sentí como un chorro de leche caliente me bañaba el orto y otro chorro llenaba mi boca.

Me masajee el culo con ganas, el hombre más joven se acercó a su amigo para que les chupe las pijas aun enlechadas. Así lo hice y sin darme cuenta acabe sin tocarme.

Mire alrededor, los dos machos yacían completamente desnudos en el jacuzzi, les chupe un rato más la pija, con la mirada recorrí la pared y llegue a contar la ausencia de varios azulejos, el techo estaba algo descascarado. Pensé que había encontrado mi lugar en el mundo, decadente, ultrajado, pero mi lugar al fin.

The Swan