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Yirando por Directorio

Relato de los lectores - Manejaba por Av. Directorio, algo al pedo, con la mano en las pelotas como de costumbre morcilleando la japi a tr...

Relato de los lectores - Manejaba por Av. Directorio, algo al pedo, con la mano en las pelotas como de costumbre morcilleando la japi a través del lompa. Me frena el semáforo en Varela cuando veo a un pendejo rubiecito de unos 19 años, con un pantalón de gimnasia azul bastante viejo, una remera de colores y un gorro de invierno de lana gris, sucio, el gorro y él, malabareando con unas clavas para los autos que bajaban de Varela.

Se le marcaba la japi que se bamboleaba junto con los malabares evidentemente porque no la sostenía ningún calzoncillo. Me activó esa escena. Giré esperé el semáforo para quedar primero en la esquina y preparé 100 mangos que le di cuando el flaco terminó su acto.

¡Gracias loco!- me dijo extasiado. Le sonreí y me fui. Volví a girar y esta vez quedé sobre Directorio, con la pija afuera del lompa, bien parada, chorreando agüita de la calentura que me generó el pendejo. Cuando me vio me sonrió como todavía agradecido y yo le guiñe el ojo medio compinche.

Buena onda el loco, se acercó como para charlar, pero vio la verga que casi manejaba sola el volante de lo grande y dura que estaba y me dijo:
¡Eh, que hacés gato!- con cara de enojado y reculando, sin embargo, para los que la tenemos algo clara, ese sonrojo me sirvió, junto a al manoseo que le pegó al ganso como rascándose, para darme cuenta que el pendejo se había excitado.

Seguí, esperé unos minutos, rogando que no se hubiera ido y acometí de nuevo. Llegue a la esquina de Varela, y acomodé el coche antes de la parada del 132. Estaba a unos 30 metros del pibe. Ya en una frenética paja saqué 50 mangos de la billetera, le di un beso al billete y lo llamé.
Mientras el malabarista se acercaba decidido se tocaba la pija. Era claro que el flaco estaba al palo, porque la falta de calzoncillo no le permitía disimularlo.

Le dije: ¿Te cabe?, señalándole mi pija y me dice, ¡Si!-
Le muestro el billete de 500 que hizo que se le desorbitaran los ojos y le señalo la YPF que queda cruzando Directorio, en la esquina. Me dice -Dale- y estacioné el coche en la playa de la estación de servicio.

Fuimos al baño

Peló una pija no muy grande, de pendejos rubios, desordenados, gorda, de cabeza pareja, lisa, bien roja del calor. Se la manoteé para que creyera que él sería el hombre, pero cuando estaba sudando calentura le bajé la cabeza hasta mi chota y se la tragó como si tuviera un hambre de 3 días. Chocaba la pija contra la garganta, de vez en cuando hacía arcadas, y hasta se le llenaban los ojos de lágrimas, pero no paró hasta que sintió que mi pija explotaba.
Ahí se levantó y me pajeó hasta acabar en el piso del baño una guasca espesa, algo amarillenta, abundante.


El flaco no siguió.
En ese momento, después de acabar me di cuenta de su aspecto roñoso, con olor a mugre; quizás vivía en la calle.

El mono agarró los 100 pesos que se había guardado ya en el bolsillo, me miró, se sonrió y le dio un beso al billete….

En el mismo lugar donde media hora antes lo había besado yo.