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El famoso bailarín que para poder acabar se invagina

Invaginar: meterse la pija dentro del cuerpo... Por Clark | Cogerme un bailarín es como si mi verga fuera el centro del cosmos. El ve...

Invaginar: meterse la pija dentro del cuerpo...

Por Clark | Cogerme un bailarín es como si mi verga fuera el centro del cosmos.
El ver bailar a este pibe, es ver a un pájaro macho en vuelo
Sin embargo, en mi lugar y a solas,  él hace de  mi chota el eje de su carrousel  donde su culo es engranaje para desplegarnos los dos hacia espacios imposibles.
Si lo inclino para cogerlo de pie, apoya  sus palmas en el piso sin flexionar las rodillas y me ofrece la flor abierta  de su  orto a la altura de la  pija, entonces le entro la cabeza, y voluntariamente el puto dilata su agujero magnífico.

Él controla su cuerpo.  

Mi verga es solo su partenaire.

Mi chota es como si fuera un sable flexible y duro a la vez en su coreografía silenciosa.

No hay palabras en esta danza

Entonces solo el sonido acuoso del frotar mi poronga dentro de su orto, o el ruido que recuerda, cuando se la saco, el descorchar suave de una botella... acaso un suspiro hondo proveniente de su pecho...  o el culo revelándose en un pedo sin aroma cuando suelta el aire que le meto a presión con mi verga entre empomada y empomada

Su cuerpo hacia abajo es como un junco que  hace que mi pija se doble en su interior  para acompañar la torsión de su columna, y siento que éste, mi pedazo de carne,  es la confirmación tensa de su gesto canival devorador de garcha.

Mi verga entonces es su adorno de fuego.

Una verga que duele de tanto cogerlo.

Una verga que existe solo porque él la desea.

Una verga exaltada por él en sus movimientos.

Quiero dominar la situación.
Lo hago abrir de piernas conmigo adentro y bajar.

Entonces el cuerpo del espléndido puto me sostiene mientras desciende, abriéndose despacio como una silla plástica que va cediendo con mi peso  hasta quedar su abdomen en el piso y ese culo único debajo de mi, ensartado por mi, se cierra como una bisagra aprisionando mi verga y haciéndome sentir que todo él es solo un culo.

Y vuelvo a estar a su merced pero cogiéndolo con su cara en el suelo, con su pecho en el suelo, queriendo someterlo, queriendo  romper su ritmo, y aun cuando está entregado y con toda mi pija adentro, siento que su ojete es el que coge, y que el resto de su cuerpo se desliza como una gran gaviota sobre el mar.

Entonces taladrándolo en el piso lo embosco contra la pared, empujándolo hacia un rincón con mi bombear,  porque noto que los espacios abiertos son su vasto imperio.

Afirmo su cráneo contra un zócalo en una esquina del cuarto, lo abrazo rodeando sus brazos, le trabo las piernas y lo entro a serruchar duro y parejo.

Sin embargo acorralado, inmovilizado, comienza a trabajarme la poronga solo con el anillo del orto, con las paredes de su recto, y si no se la saco a tiempo me pierdo en la enlechada.

Por si caben dudas, su culo es el que me garcha.

Lo doy vuelta hacia mí y empalándolo aún,  le meto la lengua hasta la garganta, me pongo de pie sin sacársela tomándolo de la cintura y lo llevo hacia mi cama atravesado, mientras se sostiene con sus piernas rodeando mi torso y con sus brazos mi nuca.

Entonces con mi trozo adentro suelta las piernas, despliega sus alas, nos miramos de frente profundo, y noto que tiene  muerta la pija.

Se empuja con la mano la garcha hacia el interior del cuerpo hasta hacerla desaparecer en su carne.

Se pajea la chota dormida hacia adentro con dos dedos transformando esa  zona en una concha,  y empieza a respirar agitado.

Entonces lo privo de ambas manos, se las junto y las sujeto por sobre su cabeza con una de las mías para que no siga  tocándose, con la otra mano me hago cargo de su rara paja.

Con el  pulgar de esa mano responsable, le pajeo hacia adentro  el pito dormido, invaginándoselo cada vez más, evitando que se despliegue hacia afuera en su natural anatomía y le entro a bombear el ojete con furia.

Sus piernas están abiertas apuntando al cielo.

Ahora somos solo culo y pija.

Se arquea en un espasmo calzándose  mi tronco hinchado más adentro y lo reviento a pijazos,  soltándole las manos que me toman de la nuca y entonces me besa desorbitado.

Le levanto la cadera para entrarle más y más, y el hueco que produzco con mi pulgar sosteniéndole el pito dentro de su carne se llena de su leche y pega un largo y apagado alarido, entonces sus huevos se aflojan y vuelven a colgar.

Esa forma de acabar y ese morbo me desbocan.

Le inundo el orto con mi guasca  porque rompo el forro en la ferocidad del bombeo.

Me desplomo sobre él como un soldado vencido.
Cuando se levanta hacia el baño chorrea mi leche por sus piernas.

Aun cuando elijo el sexo entre machos, los polvos con este pasivo descomunal que en el fondo es activo en su actitud receptora, son de los mejores polvos de mi vida.