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Teteras con Historia. Teteras coloniales. Viva La Patria!

Encontré una serie de relatos sumamente interesantes acerca de la homosexualidad en la época colonial. Lo increíble es que todo está escrito...




Encontré una serie de relatos sumamente interesantes acerca de la homosexualidad en la época colonial. Lo increíble es que todo está escrito a mano, con pluma, y tiene ese aroma característico que nos transporta directamente al siglo XIX. ¿Quién diría que incluso en aquellos tiempos se daban encuentros románticos en "teteras coloniales" y se tejían historias tan picantes como las que hoy podríamos encontrar en cualquier otro lugar de encuentro? Claro, en lugar de prendas informales como las actuales, debían desprenderse de sus ropas elegantes de la época. Pero al final, independientemente de la vestimenta, todos somos seres humanos y nuestros deseos carnales nos han acompañado a lo largo de la historia. Esta notable recopilación nos brinda una perspectiva fascinante de la época y, además de enarbolar la escarapela, resulta enriquecedor conocer qué ocurría en la vida cotidiana de los hombres el 25 de mayo de 1810.

Resulta que hoy en día algunos se asombran con las historias que circulan acerca del sexo en el Cementerio de la Chacarita. Sin embargo, déjenme contarles que la espera para disfrutar de los placeres que se encontraban debajo de las faldas de las mujeres era considerablemente larga en aquellos tiempos. Los hombres debían sortear a las chaperonas, cortejar con gran esmero y ganarse el favor de las familias de las potenciales novias. Todo esto mientras su anatomía masculina les urgía a buscar acción de forma inmediata. Los hombres de la época colonial se las ingeniaban entre ellos para satisfacer sus necesidades antes de llegar al altar y formar una familia. Si bien los matrimonios servían para establecer alianzas entre familias adineradas, el romanticismo y el amor de pareja quedaban en un segundo plano. La iglesia imponía un calendario restrictivo para las relaciones sexuales, limitándolas a los días festivos religiosos y a los días de "impureza femenina". De esta manera, los hombres solo tenían 44 días al año para disfrutar del sexo. Por ello, era necesario contar con un "plan B" y recurrir a un amigo que no fuera tan devoto del cronograma eclesiástico. Y en último caso, siempre estaba la opción de recibir "atención" por parte de los esclavos que las familias tenían en aquella época. Estas relaciones brindaban una camaradería especial, aunque fueran solo una excusa para liberar tensiones...


Estas son costumbres arcaicas que se remontan a nuestros ancestros y a la misteriosa Buenos Aires colonial. Siempre nos han hablado de las mazamorreras y los negritos faroleros que acompañaban a sus amitas con sus vestidos alborotados, mientras transitaban por las calles embarradas de la pequeña ciudad. Sin embargo, nunca se nos ha revelado qué hacían estos negritos cuando las amitas descansaban cómodamente en sus habitaciones, con sus braseros encendidos. Resulta que, allá por 1820, solían dirigirse a los cementerios. Existen citas históricas que hablan de "los negros que arreglaban sus asuntos con luz antes de que el sol se ocultara", uniéndose a los hijos de la alta sociedad (quienes, a diferencia de sus pares de color, no estaban tan versados en temas sexuales). Estas historias nos invitan a adentrarnos en la intrigante y apasionante vida de aquellos tiempos.


En conclusión, descubrir estas historias ocultas de la sexualidad en la época colonial nos muestra una faceta más humana y compleja de nuestros antepasados. A pesar de las restricciones impuestas por la sociedad y la iglesia, las personas encontraban formas de satisfacer sus deseos y explorar su identidad sexual. Los encuentros clandestinos, las teteras coloniales y las relaciones entre hombres nos revelan que la diversidad sexual y el deseo han existido a lo largo de la historia, trascendiendo épocas y culturas.

Este hallazgo nos invita a reflexionar sobre la importancia de entender y respetar la diversidad sexual en la sociedad actual. Cada individuo tiene el derecho de vivir su sexualidad de forma libre y auténtica, sin temor al juicio o la discriminación. A través del conocimiento de nuestra historia, podemos construir una sociedad más inclusiva y comprensiva, donde todos puedan expresarse sin miedo ni prejuicios.


Así que, mis queridos, les animo a seguir explorando y descubriendo los rincones ocultos de nuestra historia. No olvidemos que el pasado nos brinda valiosas lecciones y nos ayuda a forjar un futuro más igualitario y respetuoso. ¡Que el conocimiento sea nuestro faro en esta apasionante travesía por el tiempo!