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Orgasmo Interno

  Iván Mon - Ya estábamos desnudos, el clima era caluroso y en su habitación los espejos nos reflejaban desde distintos ángulos, a través de...

 Iván Mon - Ya estábamos desnudos, el clima era caluroso y en su habitación los espejos nos reflejaban desde distintos ángulos, a través de las cortinas claras se podían ver las luces nocturnas de su pileta y las del jardín. Ambos estábamos de pie y  él comenzó a pasarme un aceite aromático por la espalda, confieso que mi morbo era mayor porque casi podía ver mi cuerpo y el de él en 360°. Él no tenía un cuerpo de gym, era más bien normal, con un poco de pancita inclusive (algo común en alguien que ronda los 35), tampoco tenía un rostro hermoso, pero sus ojos marrones transmitían algo hipnotizante (como un equilibrio frágil entre paz y lujuria), y de dotes viriles……pues era alguien común ni mucho ni poco.


"El aceite en nuestros cuerpos hacia que su pija se deslice sobre mi piel con suavidad, la tenía dura y casi podía sentir su palpitar"




Nos conocimos nadando en el club, nos veíamos una o dos veces por semana en la pileta pero dada la diferencia de edad nos relacionábamos con grupos distintos, sin embargo esas miradas que dicen mucho o todo, ya las habíamos intercambiado. Yo salía del cole directo a entrenar esperando verlo, a veces los conseguía y otras simplemente nadaba esperando las directivas del profe para luego volver a casa frustrado, pero cuando lo encontraba llegaba a quedarme un par de horas más solo para cruzármelo en los vestidores (nunca pude verlo desnudo allí), sin embargo fantaseaba muchas veces con quedarnos solos en la pileta y dar rienda suelta a mis deseos.

La luz tenue de su habitación daba una atmósfera muy sexual y los espejos me permitían ver como esparcía el aceite por mi espalda, glúteos y piernas, me ponía a mil, luego me tumbó con delicadeza en la alfombra boca abajo y me dio un masaje muy relajante y a la vez el aceite en nuestros cuerpo hacia que su pija se deslice sobre mi piel con suavidad, la tenía dura y casi podía sentir su palpitar, por momentos la enterraba entre mis glúteos para jugar con ese resbalar tan gozoso que generaba el aceite, mientras que de fondo una música ambiental (“new age” -me dijo-) acompañaba el juego. 

Ya después de varias semanas y varias “miradas”, él comenzó a saludarme, primero con un “hola”, luego un “chao”, luego los comentarios de paso “que día feo ¿no?” y yo poco  a poco fui tomando confianza para responderle  y no solo asentir con una sonrisa boba.




Una noche se quedó hasta muy tarde en la pileta, obvio me quede y espere ese momento en los vestidores para conversar, allí se ofreció a acercarme a casa en su auto y acto seguido estábamos en un semáforo conversando de la vida, su profesión (kinesiólogo) y su creencias (politeísta, ecofriendly y amante del yoga). Me pidió que no sea tímido y que le pregunte lo que quisiera, porque había notado que lo miraba de cierta manera. Me armé de valor y pregunté si tenía novia……… me respondió que No, como me di cuenta que mi pregunta fue medio boluda y jugada, en ese instante rectifique, con cierto tono jocoso -¿y novio?.  Lo que me respondió fue lo que me alegro el día y tal vez la semana. – Novio no, ya no más desde hace un par de meses -me dijo.

Me subió a la cama desde donde se podían ver mejor los espejos y ya boca arriba él continuó con su masaje, pasaba sus manos resbalosas por mis hombros, la ingle y el perineo, me miraba con picardía desde allí abajo y en total sincronía  en momento introdujo mi pene en su boca y dos de sus dedos en mi recto, ni siquiera sentí dolor porque estaba muy relajado, al contrario por primera vez en mucho tiempo sentía placer al 100%, no sé si tenía otros conocimientos pero tocaba puntos que encendían pequeños fuegos, finalmente se dio la vuelva y me ofreció su pija para mamarla, con gusto lo hice mientras él tan solo con un masaje prostático me provocó el orgasmo más extraño, porque eyaculé como siempre enchastrandole la barba y el pecho, pero también sentí ese placer por dentro, como un segundo orgasmo, eyaculando hacia adentro. 

Luego de su respuesta, el semáforo se puso en verde, continuamos el camino en silencio, pero antes de dejarme cerca de casa me preguntó lo mismo, yo solo respondí que estaba soltero. Creo que su intriga lo estaba matando, me contó que el fin de semana no tenía planes y que  si quería podíamos usar la pileta en su casa, solo sonreí  mientras él estacionaba para dejarme, lo miré y le respondí – pasado mañana en la clase de natación te confirmo – sin embargo cuando nos despedimos ya confirmamos para el fin de semana gracias a un beso desorientado (esos que se dan entre la mejilla y parte de la boca).