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A la cabina otra vez

Cyber lavalle vip. Lavalle 840 “Estemos a la tecla”, me dijo uno que en el chat se llamaba OsitoCariñoso, pero que cuando lo vi por cam...

Cyber lavalle vip. Lavalle 840
“Estemos a la tecla”, me dijo uno que en el chat se llamaba OsitoCariñoso, pero que cuando lo vi por cam más que osito parecía un rulero enorme envuelto de pelo, como esos que usaba mi prima Clara para armarse el jopo en los años ’90. Fue por recomendación de amigos que hace poco empecé a incursionar en otro chat. Y la verdad es que no me puedo quejar porque, si bien de hambre no me he muerto jamás, desde que entré ahí fueron varixs lxs que sucumbieron a mi canto de sirena cibernético.

El tema es que cuando el otro día me puse a chatear con el OsitoCariñoso ése, había otro en el chat que le decía, insistente: “Dale, venite que estoy solo en la cabina. Venite, venite”. El susodicho —que disputaba conmigo la carne osuna que luego, a la hora de los bifes, que en estos casos suele ser la prueba de cámara, no dudé en descartar— tenía como nick “LavalleVip24”. “¡Ah, bueno! —dije yo—. Se ve que la gentrificación también está llegando al centro. Ya no sólo tenemos Palermo Soho y Palermo Hollywood, sino también ¡LavalleVip! Tomá mate...” La loca, quizás ofendida, no sólo no me contestó sino que siguió hablando con medio mundo con la misma perorata de la cabina. Ni siquiera se dio por aludida cuando quise saber en dónde estaba situada esa nueva zona de la ciudad, completamente desconocida para mí (“Ay, Lux, deberías leer más el diario”). Recorrí entonces con Google Earth la calle Lavalle de punta a punta, y nada: ni rastros de rascacielos como los de Puerto Madero. Cuánto esfuerzo en vano, dirán ustedes, y están en lo cierto. Porque si me hubiera tomado el trabajo de leer detenidamente la lista de personas conectadas en el chat (siempre me concentro en los 20x5 o 20x6 que encabezan la lista), habría visto que eran varios los que decían pertenecer a ese nuevo reducto exclusivista. Ebrix de curiosidad, le pregunté a uno: “¿Me dirías dónde queda esa zona?”. “Que zona”, me contestó, prescindiendo de tildes y signos de puntuación, algo que suele excitarme bastante. “Lavalle Vip”, escribí. “Es un ciber, bebe” (déjenme esta vez agregarle la coma).

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, ¡seis! eran los que decían estar en el cyber LavalleVip a las 6 de la tarde de ese viernes. “Aca, cuando salen del laburo, viene mucho oficinista. Hay yire casi todo el dia”, agregó con su estilo chongueril mi precioso informante. Ni lerdx ni perezosx, le solicité la dirección, me tomé un taxi, bajé en la peatonal, pasé por delante del Bingo y sentí la tentación de entrar, pero la concupiscencia pudo más y no paré hasta llegar al mostrador en que una china me dio un cartoncito con el 13 (¡la yeta!), que era, claro está, el número de mi cabina. Entré al MSN y al chat en simultáneo, pero “LavalleVip30” (así se llamaba quien dilucidó el entuerto) ya no estaba en línea.

En el chat empecé como locx a preguntar si había alguien en LavalleVip porque los que decían estar ahí... ¡no me contestaban! “¿Me habrán visto entrar?”, me pregunté, hasta que uno abrió una ventanita y me encaró: “¿En qué cabina estás, ricura?”. Si bien el “ricura” me hizo un poco de ruido, le dije: “En la 13”. Y él: “Ah, pero mirá qué casualidad: yo estoy en la 12”. Lejos de ser un barrabrava de Boca, el señor de bigotes y busarda rebalsada que prefirió prescindir de la camarita por la enorme cercanía, entró con la bragueta desprendida y una cara de libidinoso terrible. Entonces lo que pudo ser abuso deshonesto terminó en escándalo: yo no pude evitar gritar ante el embate de su bigote pinchudo y la casa se reservó el derecho de admisión luego de que la china y otro chino más llamaran a mi puerta y vieran lo que en este cyber parece ser moneda corriente: una víctima más del constante cabineo. Para que no me reconozcan, la próxima iré con anteojos oscuros y el pelo recogido. Y, si es necesario, con una capa negra.

Cyber lavalle vip. Lavalle 840.

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