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El famoso futbolista que me entregó el orto y los machos barras brava que con droga son putos

Por Clark | El pibe es un talentoso futbolista. Es todo lo que diré,   y que vino   a entregar el orto.  Lo que pasó después es harina...



Por Clark | El pibe es un talentoso futbolista. Es todo lo que diré,  y que vino  a entregar el orto. 
Lo que pasó después es harina de otro costal. 
Me llamó una mujer. Pensé que se trataba de un matrimonio que buscaba trío.
Se presentó con nombre y apellido como la  representante de alguien famoso. Pensé que hablaba de un cantante. Me dijo que necesitaba garantizar privacidad y absoluta reserva para su cliente. Le dije que eso es lo que vendo además de un buen servicio sexual que incluye masaje.



La representante del crack,  me pidió repetidas veces que debía cuidar al ídolo, que si algo aparte de lo que yo podía ofrecerle  en mi servicio se le antojaba al chico,  que la llamara, que  ella estaría con el teléfono encendido toda la noche,  y que una vez que  terminara de atenderlo me comunicara con ella  para  que un chófer  con acompañante  pasaran a buscarlo y a pagarme,  y que por todo eso yo recibiría  buena compensación económica además de mi honorario.

Le hable, para evitar todo engaño,  de redondear una cifra como  adelanto que cubriría todo mi servicio, y le  pregunté si el crack cenaría conmigo.

A las 9 de la noche llegó una moto con Sushi para dos, dos botellas de champagne,  agua mineral, helado  y  un sobre cerrado  con el dinero acordado.

Me ocupé de poner una mesa elegante.

Una hora mas tarde  llegó  el pibe: 21 años, recién bañado,  afeitado y  con buen perfume. De estatura media  y con unas piernas y un culo que debajo del jean lo  prometían  todo.

Cuando nos saludamos ya le comí la boca al machito.
Lo puse en culo y con el pantalón y los calzones bajos primero le di un poco de placer en la chota (linda durita y discreta), le lamí los huevos que aún tenían olor a jabón mientras lo pajeaba con una mano y con un dedo ensalivado de la otra le estimulaba el orificio notando que le gustaba.

Lo giré contra la pared y me puse a chuparle el orto peludito.

Ahí nomás le colé gel en el ojete, me puse un forro y le entré a dar de parado con mi verga inflamada.

Culo  parado y firme como una roca. Un orto que estaba hecho pero le faltaba uso,  de modo que de entrada se resistió al grosor de mi cabeza.

Sin embargo él mismo se acomodó, se bancó la única punzada de dolor que le puso la espalda tensa, hasta que desapareció la incomodidad cuando lo hice afirmarse mejor,  respirar hondo  y  mi pija le atravesó la primera puerta.

Se  la dejé quieta en el umbral, lo hice  inspirar otra vez  y empujé despacio hasta llenarlo de carne.

El pibe se dejó serruchar apoyado con las palmas en la pared  suspirando de placer.

Unos minutos de lindos bombazos y mientras yo le acariciaba las bolas peludas y el pechito, el man caliente largó un lechazo.

Cenamos en pelotas con las pijas emocionadas.

Me contó del club que lo había comprado y se lo llevaría del país.

Lo cogí duro y parejo un par de horas más,  entre sorbos de champagne, besos y chupadas mutuas.

Le hacía falta verga a este pibe y se puso al día con todo lo que yo, humildemente, puedo ofrecer.

¿Qué decir del culo de un futbolista? ¿De las piernas de un futbolista?

¿De la postura de macho de un futbolista que  la pone seguido en conchitas, que tiene una noviecita, que es un atacante goleador, que de tanto ir al frente  añora una pija en el orto cuando se encuentra solo?

Me contó su vida.

Como muchos en las inferiores fue abusado y hasta vendido a cambio de unos pocos mangos a los 15 años

Culpó a aquellos hechos de que ahora le gustara tanto la pija.

A  las tres de la mañana le pintó merca y me pidió que tomara con él.

Le dije que yo no tomo como vicio, que podía acompañarlo con un pase recreativo  a riesgo de que después no se me parara la verga.

De todos modos insistió.
Llamé a la mina y a los 10 minutos sonaba el portero eléctrico y dos flacos de unos treinta y pico que se presentaron como de la barra brava del club me entregaron un paquetito minúsculo en el palier del edificio sobándose los gansos, chorreándoles las narices y mirándome la boca como diciéndome “te morfo”.

Mientras el crack  inhalaba polvo de rayas que armaba en cuatro en el parquet de mi living colgándole los huevos   como a un sabueso  que  busca rastro, yo le daba masa y masa por el orto, simulando cada tanto que yo también me drogaba,  para conformarlo, mientras él me sacaba el forro y me mamaba la pija acostado en el piso hasta que quedó duro, desnudo con la espalda contra la pared en cuclillas y con la boca torcida no pudiendo articular palabra pero  queriendo  seguir chupándome la pija.

Entonces la llamé a la mina para que vinieran a buscarlo

Los matones adiestrados, cordiales pero firmes,   no le dieron tiempo de elegir.

Le pusieron el pantalón, la remera y las zapatillas sin las medias ni el calzón que  se guardaron en los bolsillos,  y bajando conmigo  lo subieron a un auto entregándome un sobre con más guita recibiendo  mi promesa de silencio.

Desde otro auto en  las sombras salieron los de la barra.

En un punto me asusté.

En el palier de mi edificio, corteses y sumisos,  ambos me preguntaron si podían subir a tomar la merca que les quedó. Que andaba la policía como para seguir en el auto y que les hiciera la mano

Les dije que mi tiempo valía. 

Al subir pelaron cuatro billetes de mil.

Me comieron la boca los dos.  

Tenían mucho olor a hombre, querían ser mis machos pero la merca les bajaba el cachet.
Dejé que  me chuparan  el orto  en forma alternativa y que alternativamente quisieran ponérmela pero  no se les endurecían las largas pijas.

Los puse en cuatro a los dos para que  consumieran   su cocaína   en mi mesa ratona incitándolos a que me petearan pero teniendo mi verga  servida solo la lamieron mirándose de reojo.

La droga los pondrá guarros pero  un futbolero no se muestra puto frente a otro.

Sin embargo,   colocados dejaron que los  puerteara, y noté que  esos culos también estaban hechos.

 El olor a huevos  me calentó a full y metí primera entrándole feroz  la pija a uno, sacándola y entrándole al otro sin cambiarme el forro y  así un buen rato, mientras ellos solo pensaban en llenarse la nariz cuando yo les llenaba el culo.

Me eche   un polvazo en el orto más peludo  cuyo usuario quizás ni tuvo conciencia por más que me pidiera: -"Cogeme macho cogeme" - mientras yo lo  taladraba,  y el otro desorbitado cayéndole  moco blanco de la fosa nasal, mirando la escena,  se amasaba la pija muerta que derramó  leche sin embargo.

Conclusión:


Un crack de fútbol es un negocio y detrás hay una estructura armada que lo controla.

Le dan distracción  dosificándosela.

Después están los barras, que cumplen, como estos,  otras funciones.

Que el fútbol es cosa de machos ya lo sabemos,  pero lo que pasó con estos personajes, uno muy conocido en el ambiente, y los otros en las sombras,  es cosa habitual y también quedará entre machos.

 Especialmente porque esos son mis códigos y porque no soy quien para  cambiar el mundo.